1968 es el año de las grandes movilizaciones estudiantiles y obreras en algunos países de Europa. El viejo continente intenta retomar el camino de la justicia social a través de las banderas antiautoritarias que enarbolan las juventudes populares. Ahora la lucha que libran los explotados contra los explotadores toma aquí la forma de lucha generacional, es decir, la rebelión de los jóvenes contra la tiranía paternalista de los viejos y sus valores tradicionales (orden, propiedad privada, etcétera).
Contemporáneamente se encienden en América Latina las llamaradas del fueguito que se ha ido alimentando a través de todos los gobiernos civiles y militares que han venido ejerciendo la represión sistemática de sus pueblos. El Cordobazo, el Rosariazo, son ejemplos de contraviolencia popular como respuesta a quince años de represión y sojuzgamiento en la Argentina.
Todo esto deja como saldo la posibilidad de enriquecer las teorías revolucionarias al ir apareciendo nuevas alternativas históricas en los distintos procesos de liberación nacional y social.
En 1969 la Asociación Internacional Psicoanalítica decide abrir su XXVI Congreso Internacional con un tema anzuelo de gran actualidad: Protesta y revolución. Todo esto hubiera pasado como un congreso más entre las lujuriosas alfombras del Hotel “Hilton”, de Roma, si no hubiera aparecido un grupo de jóvenes psicoanalistas europeos que bajo la denominación de Plataforma Internacional decidió celebrar un contracongreso paralelo en una cantina de las inmediaciones (Carletto al Panorama).
Estos jóvenes invitaban a todos los colegas a discutir cuatro puntos fundamentales ignorados por el congreso oficial:
1) Formación del psicoanalista. Crítica a las modalidades de selección de candidatos por su carácter perturbador para el análisis personal del futuro analista.
2) Significado, estructura y función de las sociedades psicoanalíticas. Las sociedades psicoanalíticas se preocupan demasiado por proteger el papel profesional de sus miembros y muy poco o nada por el desarrollo científico-social del psicoanálisis.
3) El papel social de los psicoanalistas y la imagen social del psicoanálisis. La estructura jerárquica de las sociedades psicoanalíticas favorece relaciones regresivas entre sus miembros, estimulándolos hacia la búsqueda del poder, por una parte, y a la aceptación de un papel sumiso, por otra. Los grupos se vuelven así más cerrados en sí mismos, sin contacto con el exterior y mostrando una tendencia a idealizarse a sí mismos para enmascarar su propia estructura regresiva.
4) Relaciones entre psicoanálisis e instituciones. La estructura antedicha impide a los psicoanalistas discutir su propio papel en la sociedad contemporánea. Paradójicamente, las sociedades psicoanalíticas han ignorado estos profundos cambios de la sociedad contemporánea.
La discusión de todos estos temas por una entusiasta concurrencia culminó con la creación de una comisión internacional encargada de conectar los distintos grupos de trabajo, a la manera de una internacional científica no institucionalizada, móvil, sin los ligámenes jerárquicos o los compromisos con el sistema vigente que caracterizan a las internacionales científicas oficiales.
El grupo sudamericano, especialmente el argentino, ha sido señalado como uno de los más productivos entre los que componen Plataforma. Los sudamericanos hemos comenzado a ser reconocidos en Europa, no por la carne vacuna ni por el fútbol, sino por esta profunda vocación antiimperialista y anticapitalista que caracteriza el modo de lucha de nuestros pueblos del Tercer Mundo. Esto ha asombrado a los europeos, acostumbrados a las teorías revolucionarias ortodoxas de los manuales revolucionarios como único camino. Y tanto es así que el título del último encuentro celebrado por Plataforma en Viena, en julio de 1971, fue: “La teoría y la práctica psicoanalítica a la luz de los diferentes caminos hacia el socialismo”.
Esta reunión científica se llevó a cabo en el Albert Schweitzer Home, la Casa de los Estudiantes en Viena.
Dados los antecedentes de Roma, la Asociación Internacional de Psicoanálisis había decidido (léase “los yankis habían decidido”) formalizar esta vez una invitación a todos los jóvenes candidatos para que concurriesen personalmente, o a través de algún representante aprobado o elegido directamente por las asociaciones oficiales.
Pensaron que de esta manera, en un precongreso de candidatos, celebrado en el ámbito de la Universidad de Viena, quedarían satisfechas las demandas jerárquicas igualitarias de los “niños terribles de Roma”, por una parte, y además podría agregársele al Congreso el condimento juvenil revolucionario bien neutralizado, sin excesos.
La televisión y los diarios locales desplegaron todo su aparato preanunciando un nuevo contracongreso, opuesto al congreso oficial de Viena, cuyo tema se iniciaba con otro título de actualidad: “Violencia y agresión”. Pero el grupo Plataforma decidió rechazar toda propuesta agitativa o de demostración pública, visto y considerando que el propio grupo Plataforma fue adquiriendo en estos años una más clara homogeneidad ideológica, que le permitió reconocer que el meridiano de la lucha no pasaba fundamentalmente por las revueltas institucionales, sino por el compromiso de los psicoanalistas con los pueblos empeñados en luchas de liberación.
Por tal motivo se eligió como día de reunión, precisamente, el día de descanso del congreso oficial. Este congreso oficial celebrado en Viena, como homenaje a Sigmund Freud, se realizó en los suntuosos salones del palacio de Hofburg, con un antecedente poco tranquilizador: muchos jóvenes candidatos venían bastante indignados por el resultado del precongreso, por el bajo nivel científico y el trato infantil a que habían sido sometidos.
A poco de iniciado el congreso, los trabajos presentados por los grandes popes europeos y norteamericanos del psicoanálisis revelaron la gran mistificación que se había creado en torno de estas figuras. A su vez, el grupo latinoamericano, en particular un grupo de psicoanalistas argentinos, fue el encargado de introducir los problemas de compromiso social y político en la teoría y práctica psicoanalíticas, desencadenando las oposiciones dentro de la misma internacional.
En la reunión del Grupo Plataforma, realizada como ya se dijo, en la Casa de los Estudiantes, se formaron tres grupos de trabajo, compuestos por psicoanalistas, candidatos a psicoanalistas, trabajadores sociales, médicos, psicólogos, sociólogos de la Universidad de Viena, interesados en estos temas:
Grupo 1: reconsideraciones de la teoría psicoanalítica y sus bases ideológicas.
Grupo 2: ¿Es la práctica psicoanalítica contradictoria con la lucha política?
Grupo 3: ¿Es la crisis del psicoanálisis en el mundo psicoanalítico una crisis del psicoanalista como intelectual o del intelectualismo psicoanalítico?
El encuentro fue una reunión intensa de nueve de la mañana a nueve de la noche, alrededor de estos temas, de las posibilidades de reconsiderar ciertos universales psicoanalíticos, y de aceptar modalidades propias, regionales y locales para su ejercicio en cada país. No se sacaron conclusiones generales ni recomendaciones al estilo de los congresos oficiales, pero algunas cosas quedaron claras.
El psicoanálisis y el psicoanalista se inscriben, lo sepan o no, les guste o no, en las reglas del juego que enmarcan las relaciones humanas en sociedades dependientes. Les queda un papel de oposición y denuncia e incluso la posibilidad de participar en la creación colectiva del hombre nuevo. No es mucho, ni poco. Es algo que sólo cobra sentido en cada contexto revolucionario sobre la misma estrategia antiimperialista y de construcción del socialismo; recordar que un principio táctico válido para un continente puede perder su calidad de revolucionario trasladado a otro. Un ejemplo de esto lo dan las banderas tácticas de los nuevos movimientos feministas, contraculturalistas o contrageneracionales que en Europa están comenzando a generar las condiciones objetivas de la lucha revolucionaria y que, traspasadas mecánicamente a América Latina, podrían ser utilizadas para distraer de los verdaderos objetivos inmediatos de esta lucha.
Las bases ideológicas realmente nuevas del psicoanálisis no pueden recrearse sino desde la óptica de una nueva sociedad compuesta por pueblos económicamente libres, socialmente justos y políticamente soberanos.
El intelectualismo se superará en tanto los psicoanalistas sean capaces de integrarse concretamente no sólo al resto de los intelectuales combativos sino también en la medida en que se fundan con los sectores más explotados de la población para llevar de consuno la lucha hasta el final.
Por último, entre dibujos murales realizados por los estudiantes, y con promesas de llevar adelante este trabajo, se clausuró informalmente la reunión. Al otro lado de la plaza, en el palacio de Hofburg, el andar silenciosos de los congresales presagiaba el final definitivo, no ya de un congreso internacional, ni del viejo psicoanálisis, sino de lo viejo, lo caduco y lo enfermo de todo un sistema.
PLATAFORMA Y LACAN
Después del Contra Congreso de Roma, había llegado la hora de decidir el programa de acción a programar para el grupo de conductores de Plataforma y sus colaboradores (Bauleo y yo conducíamos el grupo que representaba a la Argentina). Nos reunimos en la casa de un editor italiano y a esa reunión asistió Jacques Lacan (y su joven acompañante) quien sorprendido agradablemente por el acontecimiento decidió que valía la pena suspender sus vacaciones para reunirse con nosotros. Luego de escucharnos debatir con entusiasmo nuestros proyectos de difusión de esta corriente, y puesto al tanto de que existían grupos de psicoanalistas suizos, alemanes, italianos, ingleses que se comprometían a proyectar junto a nosotros, nuestras ideas de disidencias científicas y políticas con el Psicoanálisis “oficial”, Lacan dijo que le alegraba la proliferación de respuestas a la rigidez institucional, pero que prefería que la corriente que él había iniciado y desarrollado siguiera independiente y que nos estimulaba a avanzar en la que nosotros estábamos avanzando. Y eso fue todo. Si bien en Plataforma no estuvo Lacan, con el tiempo se sumaron a este movimiento varios psicoanalistas lacanianos y viceversa, también con el tiempo, muchos que se iniciaron en Plataforma (kleinianos) se integraron a la corriente iniciada por Jacques Lacan.
Del libro de Hernán Kesselman, “La Psicoterapia Operativa” (dos volúmenes) I. “Crónicas de un psicoargonauta” y II. “El Goce Estético en el de Curar.”, Editorial Lumen-Hvmanitas, Buenos Aires 1999.