1. Ponerle nombre a algunos estados
Si registramos qué acontece en nuestros cuerpos en su cotidiano vivir, advertimos que a veces no encontramos palabras que les pongan nombre a muchos de nuestros estados, en especial cuando queremos abarcar la multiplicidad de sensaciones que albergan. Notamos sensaciones de frío, de dolor, de presión. Esas sensaciones van rotando constantemente. Ahora el dolor se trasladó un milímetro más adentro, más afuera, el frío se hizo menos frío, la presión cambió su intensidad, pero seguimos diciendo: qué frío, me duele aquí, como si se tratase de una sensación duradera e idéntica a sí misma en el tiempo y no de un estar siendo. A ese estar siendo de las sensaciones lo denominamos estado. La presión de la silla donde nos sentamos varía según los pequeños movimientos de la respiración, los razonamientos, las emociones, los mínimos cambios de la postura. Hablo de sensaciones como unidades más micro que las emociones. A su vez, las emociones pueden ser pensadas como un conjunto de sensaciones que se articulan y toman diferentes configuraciones. Doy un ejemplo: frío, oscuridad, humedad, pueden articularse en la emoción miedo según la sensibilidad de algunas personas. Cada persona hará su propio registro, porque estas configuraciones son singulares y no valdrían las generalizaciones al respecto, aunque exista esa tentación.
2. Algunas distinciones a propósito de la sensación
Sensoriar / sentir
Sentir es un verbo que se refiere tanto a sensaciones como a emociones. Si utilizáramos el verbo sensoriar para las sensaciones, podríamos dejar libre el de sentir para las emociones. De este modo, cuando nos preguntan: ¿Qué sentís?, sabríamos que la pregunta se refiere a nuestras emociones y no responderíamos: calor. De igual modo, si nos preguntan: que sensoriás, bucearíamos en nuestro mundo sensorial. El verbo percibir me parece poco sensible para indagar las sensaciones, pero también vale.
Corporizar / Somatizar
En mi libro El Pensamiento Corporal hago diferencia entre estos dos conceptos. Allí digo que sensación que no se registra, que no se corporiza, se somatiza. Si no registrás el frío, no te abrigarás y probablemente tendrás un catarro; si no te das cuenta del cansancio, no descansarás y correrás el riesgo de enfermarte. Con estos ejemplos sencillos, de la vida diaria, quiero afirmar lo imperiosa que es la sensación cuando se registra para conducirnos a pensamientos y acciones adecuadas.
3. Inteligencia sensorial / inteligencia emocional
La emoción ha sido desde siempre “lo que hay que dejar de lado para que la cosa funcione”, cualquiera sea la cosa de la cual se trate. La emoción y sus sucedáneos, afectos, sentimientos, pasiones, siempre han embarrado la cancha para las pretensiones de lograr que la observación del observador, sea objetiva, neutral, científica. Por tal razón, el concepto de inteligencia emocional ha tenido tanto éxito en el ámbito educacional, empresarial, artístico, terapéutico, convirtiéndose en la reivindicación de un tipo de inteligencia que el racionalismo salvaje había descuidado. El psicólogo Daniel Goleman autor de La inteligencia emocional, La inteligencia social y Las emociones destructivas, como entenderlas y superarlas, entre otros libros, desarrolló y le puso nombre a una de las ocho Inteligencias Múltiples que enunció su maestro, el neuropsicólogo Howard Gardner.
¿A vos te pasa lo mismo que a mí?
Intenté adentrarme en el concepto que describía Goleman. Leía su libro con interés. La inteligencia emocional estaba siendo muy difundida en las áreas que me involucraban. Sin embargo, a medida que profundizaba en la lectura, descubría una cierta inquietud en mi cuerpo, una incomodidad, una agitación que mariposeaba en mi pecho. El deseo de moverme me hacía dejar el libro para luego volverlo a tomar. ¿Qué me estaba sucediendo? Algo de lo que iba leyendo me producía un estado de hiperactividad. Notaba que aquel concepto loable que intentaba rescatar la emoción para la vida, para la inteligencia, difería bastante de la propuesta de Baruch Spinoza cuando me guiaba por el laberinto de las pasiones alegres y las pasiones tristes.
Quién me advertía de un desorden y me hacía prestar atención a la información que me daban mis sensaciones, era mi inteligencia sensorial, inteligencia que me mostraba un camino que conectaba mis modos de sentir, de pensar, de actuar.
Luego tuve la certeza de las razones de mi inquietud.
Si bien Goleman despejó un camino para situar a las emociones como centro de lo que él denominaba una educación para la paz, ciertas conclusiones, me resultaron sospechosas. El primero de sus libros ya traía el mensaje: Vivan las emociones, según cuales sean. Leía Inteligencia Emocional, ese primer libro, con la sorpresa de que había emociones de primera y emociones segunda. Los chicos de las barriadas chicanas, los sudacas de Estados Unidos, por ejemplo, tenían el handicap de una cultura del desarraigo, portadora de emociones peligrosas que había que descartar. En los sucesivos libros la cosa se me aclaró aún más. La expresión inteligencia emocional se aplicaba sin pudor ya, a las ventas, al marketing, al éxito, a la captación de clientes. De Conocer las propias emociones para poder manejarlas y obtener así un mejor rendimiento personal y profesional, se desembocaba en el lema: Conocer las propias emociones, manejarlas, reconocer las emociones en los demás, manejar las relaciones, que es en gran medida, manejar las emociones de los demás.
Descubrí que a través del concepto de inteligencia emocional, la ideología del Mercado penetraba en estratos muy profundos de la conciencia, que las buenas emociones formaban parte del acervo cultural del Capitalismo Mundial Integrado. Nos han robado las emociones, me dije.
4. Daño en el Tono Vital
Me inspiré en un texto que describe el Daño Psicológico para pensar el concepto de Daño en el Tono Vital:
“La perversión ética individualista y eficientista, cultura dominante del Mercado es una infección social que ataca la personalidad de cada sujeto, produciendo efectos en su modo de ser y en su modo de estar en el mundo, naturaliza como costumbre aquello que debería ser excepcional: lo escandaloso como lo normal, las desviaciones éticas como medios que justifican la sobrevivencia y el éxito, y la ausencia de la consideración solidaria como lo esperable en los tiempos que corren. (…)Es imprescindible volver a interrogar qué se entiende por ética de la cura y qué es salud y calidad de vida, y no sólo cuánto se está dispuesto a luchar por conseguirla, sino también con qué y cuánto pagar para acceder a ella y sostenerla. (…) La infección debilita la claridad y la potencia habitual de nuestras defensas yoicas que constituyen la inmunidad natural de nuestro psiquismo cotidiano, fuerzas inmunitarias que sostienen la impermeabilidad y la reacción combativa contra las agresiones yoicas. Por ello y consonando con el nombre de la enfermedad infecto-contagiosa más temible y globalizada de nuestros tiempos denomino a este daño psicológico: S.I.D.P.A. Síndrome de Inmuno Deficiencia Psicológica Adquirida. (…) La gente, para sobrevivir, ha desarrollado sus propias defensas para adaptarse activamente a la realidad, ha creado una cintura psicológica que la ayuda a hacer circular la vida para oponerse al deterioro cotidiano, generado sus propios anticuerpos.” (Dr. Hernán Kesselman: Psicoterapia Operativa. El Goce Estético en Arte de Curar, Grupo Editorial Lumen, Buenos Aires, 1998)
Sensibilidad delegada / relegada
Crecí confiando en la existencia de un Estado protector, de mecanismos sociales que protegerían mi derecho a una vida digna, a la salud, a la educación, a la vivienda, a un ambiente sin riesgos, a la justicia. Aprendí que era bueno encomendarme a instituciones sociales humanizadas y no ejercer la ley de la selva, el ojo por ojo, la venganza por mano propia. Mi sensibilidad personal podía descansar de mi propio cuidado. Michel Foucault decía que el cuidado de sí mismo durante muchos siglos significó para el gobernante el cuidado de los otros, ¿por qué dudar? Alguna autoridad reaccionará, algún organismo me defenderá. Fui cediendo encarnadura, delegando sensibilidad, potencia, en instituciones que no sabía cuán deshumanizadas estaban. Se generó así en mí, poco a poco, una máquina de inmovilización y desmovilización. ¿Para qué moverme si no obtendría respuestas a mis necesidades? ¿Para qué sentir las necesidades?
Esta máquina se fue construyendo en la complejidad de un fenómeno de insensibilización progresiva que está en la raíz del Daño en el Tono Vital. Mi tonicidad se desvitalizaba y no podía reaccionar ante un daño que no percibía como tal. La sensibilidad para registrar las injurias que se me infligían había quedado mermada. Mis receptores adormecidos no me permitían desarrollar conductas para la autodefensa: no podía reaccionar frente a lo que me afectaba, me hería, me mataba. Uno de los daños en el Tono Vital es que ni siquiera exista un nombre para este daño. Se trata de la dificultad de poder significar la injuria como injuria. Lo normal: Un paciente te deja colgada, no te paga, la interrupción del tráfico no te permite llegar al trabajo, los trenes desvencijados ponen tu vida en peligro, nadie atiende tus reclamos, pagás servicios que no recibís, ves con admiración a inmigrantes, los típicos de la salvación individual, irse del país, ganar grandes sueldos y volver triunfantes admirados por todos, ¿por qué no nos vamos?
Violencia imperceptible
El Daño en el Tono Vital deja herido mi sistema nervioso, mi capacidad de ser afectada y despertar conductas acordes. Comienzo a percibir la sensibilidad más como una molestia que como una fuente de vida. Mi cuerpo va desatendiendo los mensajes proprioceptivos y exteroceptivos, los de su interior y los del medioambiente, y se desvitaliza mi disposición a reaccionar.
Del mismo modo que los receptores auditivos ya no registran los ruidos que los exceden y se van ensordeciendo, así las situaciones que deberían escandalizarnos y movernos a acciones solidarias, se naturalizaron. Pareciera que es normal la desigualdad social, las muertes de niños por desnutrición, por el paco, es normal que cobremos jubilaciones precarias que no te alcancen para viajar en colectivo, es normal que los diputados se aumenten los sueldos, que los políticos cobren jubilaciones de privilegio, que no se reconozca que los ex combatientes se suiciden. Podés agrandar la lista. Qué frasecita inventamos: Es normal. Y si reaccionás, tus reacciones tal vez sean juzgadas susceptibles, paranoicas y no como conductas adecuadas ante una violencia sobre la vida. ¿La insensibilidad es algo saludable que nos protege de enfermarnos? Empezás por filtrar sensaciones desagradables, y terminás filtrando todo, y ocurre que nuestros receptores necesitados de alimento para continuar desarrollando la vida y desplegando los potenciales creativos, quedan en desuso. Los filtros que creamos como defensas no sólo cuelan las sensaciones insoportables, nos producen estados de tal desgano sensorial que no podemos vivenciar nuevas experiencias.
El estrés del tono
Así llegamos a la pérdida de la flexibilidad tónica en el diario vivir. La lógica del Mercado nos sume en un paulatino agotamiento de la sensibilidad. El estrés del tono aparece como la dificultad para registrar y reaccionar a pequeños maltratos que no se viven como tales, por supuesto a los grandes maltratos también, pero esos son más fáciles de detectar, en cambio los pequeños maltratos suelen ser muy peligrosos. El cuidado por uno mismo que no tiene en cuenta el cuidado del otro termina siendo una salvación individual opuesta a la solidaridad, un sálvese quien pueda en contraposición a la máxima de la Biopotencia: O nos salvamos todos o no se salva nadie.
Uno de los efectos del estrés del tono es la desconexión entre estímulo y respuesta. Un ejemplo sería cuando alguien se enoja con un amigo o con su pareja, en lugar de enojarse con quien lo está dañando. Buscamos razones para justificar malestares con la intención de calmar sentimientos que pueden parecer extemporáneos. Las distonías son efectos de una cultura que produce una manera de sensoriar por lo que calla o por lo que otorga, y que después la juzga como patología.
Por lo general, el Daño en el Tono Vital se manifiesta como un estado de desvigor, de impotencia, de tristeza existencial, de soledad, donde se experimenta que no circula la vida, pero también de agresividad, de irritación, de bronca, que no encuentra canales para expresarse. Se manifiesta en pequeñas y constantes renuncias al ejercicio de la confianza, de la dignidad. Conductas que se adjudican al carácter, a la suerte, a la genética, al estrés.
Nadie está exento de infectarse. Ni vos ni yo. Todos somos portadores del silencio, de la contaminación en las maneras de sentir y sensoriar: lo que hay que sentir, lo que no hay que sentir. Cada persona puede contribuir al Daño del Tono Vital con conductas diversas: conductas con ánimo de cuidado y en nombre de valores altruistas, pero que enmalezan la sensibilidad, chantajes afectivos que nos hacen o que hacemos, la protección, los cuidados excesivos, con la que inmovilizamos a otras personas, que producen miedo, el callar una respuesta, la desconsideración del tiempo de las personas, el ejercicio de poder en la vida familiar, entre amigos, en la vida profesional. La energía necesaria para producir una respuesta vital es orientada -las técnicas corporales adaptadas a los modelos culturales vigentes contribuyen a ello- más a la descarga -hacer muscular- que a la elaboración creativa, más a la sedación que a la multiplicación de recursos para el entusiasmo.
Del tono personal a la tonicidad grupal. Biopotencia
Las heridas en la sensibilidad se están haciendo más visibles con el incremento de la indefensión social. Los muros que aislaban el dolor individual se van levantando y se generan movimientos grupales en defensa de la vida. Nos habían vendido que la tonicidad es muscular, personal, pero descubrimos una tonicidad grupal, un contagio positivo del tono, que produce un nuevo umbral perceptivo. Observamos que se crean agrupamientos, redes, responsabilidades colectivas. Por lógica, el agruparse el compartir, consigue que la vida se torne más vivible. Proliferan los grupos de gentes con padecimientos similares, de cooperativas que defienden las fuentes de trabajo, de redes de asistencia social para niños de la calle, comedores, casas para madres solteras, etcétera.