El estudio del pensamiento del Dr. Enrique Pichon Rivière ha sido relevante en mi práctica profesional y me ha orientado a pensar lo corporal como un nivel del comportamiento. Según sus palabras la conducta se expresa simultáneamente en tres áreas: área 1: mente, área 2: cuerpo, área 3: mundo externo y, aunque sea posible observar predominios expresivos en alguna de las áreas, el comportamiento es una multiplicidad. Esta reflexión me lleva a no aislar lo corporal de las otras áreas de expresión de la conducta y a intentar atravesar lo disciplinario en la búsqueda de un pensamiento transdisciplinar.
Pichon describe tres ansiedades básicas que se manifiestan frente a lo nuevo, lo desconocido, lo intempestivo, con virulencia dispar, en una secuencia alternada o simultánea y con diferente grado de predominio. Llama a estas ansiedades, ansiedades psicóticas, queriendo significar con ello que no se trata de enfermedades mentales, sino de estados, de disposiciones, que hacen emerger comportamientos extraños, inesperados en esa persona, perturbaciones de la conducta, que bien evaluadas y tratadas a tiempo, constituyen una oportunidad de cambio y de crecimiento personal y evitan males mayores. Esta consideración me hizo reflexionar sobre la idea de que cualquier profesional de lo corporal está expuesto a ser requerido en el rol de un profesional competente en este conocimiento al que aludo con el nombre de Salud Mental. Parte de la propia salud mental del profesional de lo corporal depende de asumir esta cuestión. Un alumno o paciente de trabajo corporal, como fruto de dicho trabajo, puede presentar una reacción inesperada (llanto, ira, hiperventilación, mareos, un ataque de ansiedad), que nos obligue a una intervención apropiada para ese momento y es bueno tener la tranquilidad de estar preparados para ello.
Estas ansiedades básicas son: la ansiedad confusional, cuando la situación nueva, desconocida, se presenta como un peligro, con predominio de un sentimiento de indiscriminación. Faltan los patrones que permitan valorar si lo que sucede es o no es una amenaza a la integridad de la persona y en el caso de que lo sea, si esta amenaza se genera en el interior de uno mismo o proviene del mundo externo. La ansiedad persecutoria emerge como un sentimiento ante lo extraño, lo desconocido, que se vive como una amenaza que viene de afuera, un riesgo externo que pone en peligro la salud y la integridad del organismo, del yo. La ansiedad depresiva se da cuando la situación desconocida se transforma en un peligro que llega del interior de uno mismo. El peligro está adentro. Predomina el sentimiento de pérdida y la culpa frente a esa perdida.
Uno de los ejes de la Psicología Social de Pichon es el concepto de vínculo. Concepto que lleva a considerar los dos polos de un encuentro: el terapeuta y el paciente, el coordinador y el coordinado, el maestro y el alumno, que intervienen en el proceso de la cura y del aprendizaje. Lo vincular es un trampolín para bucear las ansiedades, no sólo de los pacientes, alumnos o coordinados, sino también de los terapeutas, maestros, coordinadores y un concepto que aporta a una clínica del vínculo, a una ética de lo grupal.
En los últimos años han comenzado a emerger algunos fenómenos que afectan la salud mental, corporal, social, de los profesionales de la salud. Abarco como profesionales de la salud a aquellos profesionales: médicos, psicólogos, trabajadores corporales, maestros, asistentes sociales, coordinadores de grupos en general, trabajadores de geriátricos, de servicios carcelarios y otros, que se ocupan no sólo de la salud física de las personas, sino que atienden a otras problemáticas que se han desarrollado con más virulencia en las últimas décadas: violencia familiar, desocupación, trastornos de la alimentación, estrés, trastornos de aprendizaje por abusos físicos, por desnutrición y problemas de conducta en todas sus formas. Se dice que el profesional de la salud vive en estado de riesgo y que nadie está más cerca de enfermarse que aquél que debe cuidar de la salud de los demás. El trabajador de la salud está sometido a las mismas situaciones estresantes que sus pacientes, con la circunstancia agravante de que en él se deposita la esperanza de equilibrio, la expectativa de una salud no deteriorada, la ilusión de protección social que las instituciones gubernamentales y estatales no propician.
Se conoce como estrés laboral, síndrome de Thomas (del personaje de La insoportable levedad del ser) o Burn Out (desgastarse, quemarse, agotarse, quedar exhausto, fundirse, etc.) y que el Dr. Marcos Meeroff, pionero en nuestro medio de la Bioética y la Antropología Médica, definió como “Enfermedad que contraen los profesionales del cuidado de la salud, en primer término los médicos, que adquiere habitualmente cronicidad, afecta preferentemente a los profesionales de menor categoría, sin diferencias de edad y sexo, contagiosa de persona a persona por vía mental, últimamente muy difundida, especialmente en los centros de mucha población, que repercute intensamente en el medio familiar, de tratamiento muy complejo y escaso resultado aún y que según Maslach y Jackson son el resultado de una adaptación (estrés) a la pérdida progresiva del idealismo, objetivos y energía vital en las personas dedicadas a la ayuda humana, debido a la cada vez más difícil realidad de su ocupación. Este síndrome de agotamiento emocional y sentimiento de progresiva despersonalización personal y profesional ocurre frecuentemente en individuos que trabajan en servicios asistenciales y educativos. Su alta prevalencia se debería a las aspiraciones irreales de muchos profesionales, la falta de criterio claro y contrastable para el éxito y logros personales, las bajas retribuciones con respecto a otros sectores de la población, la estratificación poco flexible en el trabajo, con amenaza de pérdida laboral, poca compensación social (pérdida de sentido de las vocaciones de servicio) y gran exposición a la consideración pública.”
Hernán Kesselman describe en su libro Psicoterapia Operativa un concepto al que denomina: Psicosísmica: “Los síndromes de estrés laboral atraviesan la práctica cotidiana del profesional de la salud, independientemente de las diversas psicopatologías singulares. Para sobrevivir los que viven en la planicie (terapeutas y pacientes) tienen que aprender a producir habilidades y precauciones similares a las que desarrollaron quienes viven al borde del cráter de un volcán o en regiones espantadas por los sismos y maremotos. Se instala así una nueva figura en las producciones de subjetividad singulares y colectivas, un dispositivo que por lo antedicho denomino Psicosísmica y que, en tanto seres sensibles detectamos con nuestros aparatos de información y sensibilidad tal como los sismólogos detectan los movimientos telúricos para organizar la prevención y los efectos deletéreos de los mismos”.
Un amplio horizonte se abre al estudio de las técnicas corporales y a la investigación de la clínica corporal. Los trabajadores corporales tienen un campo a descubrir. La salud mental ya no es lo que era y se muestra en formatos múltiples. Para el profesional de lo corporal hay un “no saber” que es interesante para renovar las certezas y un “no saber”, que bloquea una apertura saludable de compartimentos estancos.