I. Filósofos, genetistas, semiólogos, economistas, sociólogos, políticos, intelectuales de variadas extracciones profesionales, tienen como objeto de estudio de sus investigaciones a la Biopolítica, al Biopoder. El tema involucra a los trabajadores corporales de un modo especial. Independientemente de las técnicas con las que estamos familiarizados, los entrenamientos corporales apuntan a desarrollar en nosotros las antenas perceptivas para captar lo que va aconteciendo en los cuerpos, en su biología, en los modos de vivir, de percibir, de actuar, de afectarse, como consecuencia de las marcas que el histórico social va imprimiendo. Nuestro quehacer apunta a hacer visibles estas marcas. Otros profesionales pueden aportarnos elementos teóricos, conceptos con los que leer “eso que captamos”, y el trabajador corporal, a su vez, puede conducir a nuevas conceptualizaciones desde su práctica.
El término Biopoder, en un sentido amplio, se refiere a los mecanismos de control, de regulación, de normalización, correctivos, a las políticas que se ejercieron históricamente y se ejercen hoy sobre la vida, día a día, con variados disfraces. Biopolíticas, políticas sobre los cuerpos –colectivos y singulares-, sobre la vida en los cuerpos.
El concepto de Biopotencia que utilizan algunos autores (Ver Peter Pal Pelbart: Vida Capital) alude a los anticuerpos, a las defensas que van creciendo en la sociedad, a las fuerzas que se generan en el interior de los grupos, de los cuerpos, cuando los controles se hacen rígidos, e intentan inmiscuirse en la esfera de lo íntimo, de lo privado, y sin embargo son inoperantes para proteger la salud corporal y mental de las personas, más aún, las enferman. Lo que los terapeutas y trabajadores corporales recogemos son los efectos en las vidas, en los cuerpos de quienes nos consultan -y en los nuestros propios como profesionales de la salud- de lo que parecería ser una enfermedad, un trastorno, un deterioro de la calidad de vida individual, algo que se considera fruto de la desgracia personal, del destino y que sin embargo nuestra sensibilidad nos descubre como un deterioro, una enfermedad que no es sólo lo que le toca a cada uno en el reparto. Parte de la Biopolítica actual es sumirnos en la soledad de nuestras afecciones. Reconocer el padecimiento del que todos somos portadores, agruparnos para defender la vida, abre canales para desarrollar potencias de vida, Biopotencia: la asamblea de Gualeguaychú, los grupos que denuncian la contaminación del Riachuelo, los vecinos que denuncian leucemia por existencia de elementos tóxicos, etc.
II. La producción de subjetividad y la producción de corporeidad han ido en paralelo. Michel Foucault es la fuente inagotable en donde beben todos los investigadores del tema. En varios de sus libros y entrevistas, él describe una genealogía de las redes del poder, de los dispositivos que se ejercen sobre la vida. Tomo algunas ideas de Voluntad de Saber, el primero de los tres libros que componen La historia de la sexualidad.
Biopoder para Foucault tiene la doble significación de poder sobre la vida -políticas que se ejercen sobre el cuerpo biológico, sobre la sexualidad- y de poder sobre la muerte -como ocurre con las políticas racistas.
En su recorrido genealógico Foucault subraya que en la esclavitud se instaló la apropiación de los cuerpos, la dominación absoluta de los cuerpos bajo el capricho del amo. En el vasallaje se impuso una relación de sumisión, relativa más que a los cuerpos en sí, a los productos del trabajo de esos cuerpos. El ascetismo garantizó privaciones, implicó obediencia a otros, pero también hizo que las personas valoraran el dominio de cada cual sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo. El antiguo derecho del soberano de hacer morir o conceder la vida (el circo romano) es reemplazado por un poder de hacer vivir o abandonar a la muerte (del soldado carne de cañón al soldado especializado cuya vida es valiosa porque se ha invertido en su formación).
A partir del siglo XVII el poder se ha organizado en torno de la vida bajo dos formas no antitéticas: 1. Disciplina (anatomo-política del cuerpo): Foucault denomina Panóptico a una metáfora arquitectónica que permite organizar un estilo de vida donde se sitúa el cuerpo individual, cuerpo-máquina, en un espacio cerrado, una cuadrícula, para poder tenerlo en la mira –con un ojo basta- como ocurre en prisiones, hospitales, reformatorios, escuelas, psiquiátricos. El cuerpo se hace dócil, existe una vigilancia permanente, castigos y recompensas, procesos correctores de acuerdo con normas establecidas; 2. Regulación: desde mediados del siglo XVIII, con el crecimiento demográfico y la emergencia de la población, aparece una forma de biopolítica cuyo objeto es el control del cuerpo-especie, cuerpo social a encauzar, cuerpo viviente soporte de los procesos biológicos -nacimiento, mortalidad, salud, duración de la vida-.
III. ¿Cómo pensar hoy las relaciones entre el poder y el cuerpo? ¿De qué cuerpo tiene necesidad la sociedad actual?, se pregunta Foucault. Lo que se observa es que modelos que predominaron en diferentes épocas, dispositivos que fueron útiles para resolver emergencias sociales, siguen teniendo vigencia en la era del CMI (Capitalismo Mundial Integrado). Veamos algunos ejemplos: En la actualidad, hay bolsones de esclavitud, es el caso de los cuerpos de los bolivianos que trabajan veinte horas diarias y viven hacinados con sus familias, para que “un amo” haga buenos negocios con las grandes firmas de indumentaria. Otro caso es el de los conductores de micros de larga distancia, cuyos cuerpos son sometidos a jornadas largas sin descanso y pierden reflejos para evitar accidentes. Son formas de esclavitud porque estos trabajadores no tienen elección en una sociedad en la que el mercado de trabajo está tan precarizado y donde el Estado, los sindicatos, han emigrado, han dejado de protegerlos: si el trabajador protesta, otro tomará su puesto. Estos cuerpos enferman por abandono, por falta de tiempo, por no tener las mínimas condiciones sanitarias, de vivienda, que hacen a la vida tolerable: los cuerpos no pueden y siguen, no saben que no pueden, no hay lugar para la enfermedad, sólo para la muerte. Etcétera.
Otro tema relativo a la producción de corporeidad actual es que el éxodo del Estado protector dio lugar a otro tipo de protección, la protección vampírica privada a través de organismos surgidos de los intereses del Mercado: obras sociales, escuelas privadas, medios de comunicación en manos privadas, transportes privados, seguridad privada, jubilaciones privadas y otras variantes. Ese hecho precariza hospitales e impide el ejercicio de una medicina social, impide una educación dirigida a todos los sectores de la población, orienta la información periodística hacia algunos rubros en detrimento de otros: hay un verdadero vacío de información acerca de fábricas recuperadas y de las nuevas formas de agrupamiento social.
Este tipo de Estado tiene la habilidad de hacer creer que no está ausente y así logra continuar manteniendo su poder y reglando la vida. Algunas muestras de la regulación moderna se manifiestan en la penalización del aborto, los nacimientos programados, los mandatos para lactancias prolongadas en exceso (éste es un tema que toma Foucault y que liga a la desexualización de la pareja y al control de la natalidad), el detrimento de la salud de los jóvenes por salarios que los obligan a trabajar más horas de las que toleran sus cuerpos –no es esclavitud al estilo de los ciudadanos bolivianos, pero se le parece, este estado se registra en jóvenes de las capas medias pauperizadas-, el aumento de la esperanza de vida sin una previsión social adecuada, el formateo de la sensibilidad -las propuestas de la inteligencia emocional están absolutamente pensadas y utilizadas en esta dirección: lo que hay que sentir, lo que no hay que sentir-, las migraciones de los jóvenes buscando mejores condiciones de trabajo y cayendo en las redes de prostitución. La enumeración es larga.
En algunos de sus escritos, Foucault menciona dos tipos de controles: “control de represión” y “control de estimulación”. Desnudez, pero para cuerpos bellos, corporeidad light, corporeidad lifting. Estos cuerpos viven en la quimera de su libertad de elección, creen que consumen para vivir una vida muy especial.
Los africanos en las pateras y los chicos que fuman el paco, son también estimulados por un Mercado que los necesita como consumidores, en este caso los que consumen, mueren, y aunque logren salvarse, se tratará de salvaciones individuales. Algunos dicen que ésta es una forma radical de resistencia, me parece que una vez más -ahora es el Mercado la mano que mece la cuna- los cuerpos son los campos de batalla, los lugares de experimentación de las nuevas tecnologías: dejar vivir y mirar morir.
IV. ¿Cuál es nuestro lugar como terapeutas corporales hoy? Quizás el de seguir acompañando los procesos y denunciar lo que vemos en los cuerpos, tanto en nuestros lugares de trabajo, como en las calles y donde los encontremos. Además conversar más entre nosotros sobre estos temas. Asumirnos como intelectuales de denuncia y no relegarnos a ser sólo practicantes de una disciplina corporal.
Daré un ejemplo muy simple de algo que podemos:
Estoy haciendo una campaña para que se realicen chequeos más a fondo en mujeres menores de 30 años. Hay jóvenes que con la intención de un chequeo consultan a ginecólogos que no palpan sus senos y algunos meses después se les descubre un cáncer. Cada vez el cáncer ataca a gente más joven. Los ginecólogos consultados alegan razones para no hacer un chequeo completo en esas jóvenes: el cáncer de mama suele aparecer en mujeres de mayor edad. Claro que en estos tiempos…
Una de las frases de la Biopolítica actual es: Las guerras de hoy se hacen en defensa de la vida. Ésta es la lógica de la guerra de Irak y de otras guerras que vendrán. Otra frase es; Se salvan todos o no se salva nadie. Me apunto a ésta.