El agente de salud no encuentra la distancia adecuada entre el sujeto y el objeto de la observación. Su corporeidad ha quedado desvitalizada en esa lucha. Sin embargo, la falta de vitalidad será una aliada para investigar qué otra sensibilidad es posible para enfocar las nuevas tareas que se le imponen.
Nuevas figuras del agente de salud
Nuevas figuras han surgido desde aquella del agente de salud tradicional, orientado hacia la salud general o hacia la salud mental, asumido por un profesional, un idóneo vinculado al área específica: médico, enfermero, psicólogo, asistente social, educador, etc., formado en los conceptos de la prevención y de la promoción de salud (cerca de la media, de la norma), y la actual figura del agente de salud en los tiempos de la globalización y de la posmodernidad. Esta nueva figura no tiene un perfil profesional definido. Numerosas personas pueden ser requeridas como agentes de salud en el sentido de remover los obstáculos que impiden que la vida circule en cualquier ámbito de acción. Este tipo de agente de salud, respecto de la figura anterior, necesitará aprender a navegar con flexibilidad entre conceptos de salud dispares y en permanente cambio (adaptación, eficiencia, docilidad, eficacia, excelencia) y deberá disponer de recursos diversos para atravesar por distintos estados de desequilibrio e incertidumbre, en los que el rol profesional sólo podrá facilitar algunas herramientas.
¿Cuál es el potencial del cuerpo?
En el comienzo del siglo XXI, vuelvo a revisar algunos conceptos que han sido hegemónicos para pensar la producción de subjetividad y de corporeidad contemporánea. Me refiero a los conceptos de Poder (o Poderes como decía Foucault). Mi interés se orienta hacia la investigación de la captura energética y tónica que las tecnologías de Poder hacen en los cuerpos y a los modos creativos, resistencias activas, líneas de fuga, anticuerpos, que se van generando para transformarlas. Todavía no conocemos el potencial de un cuerpo, ni cuál es el caudal de sensibilidad y movimiento del que dispone para la recreación de la vida.
Un paseo por Foucault: de la disciplina al control
El concepto de Poder que se ha generalizado es aquel que dice: “Tú no debes” y este alude más a una definición jurídica, por lo negativa. “Por un lado existe un mecanismo de poder, una tecnología, que llamaría disciplina, por la cual se controlan los elementos más tenues … esto es los individuos. Las técnicas de individualización del poder buscan cómo vigilar a alguien, cómo controlar su conducta, cómo intensificar su rendimiento, cómo multiplicar sus capacidades … Esto es la disciplina”. Del soldado “carne de cañón” de los siglos anteriores, se llega al soldado habilidoso, sobre el cual se invierte y que resulta precioso al sistema y por lo tanto debe ser cuidado, conservado (siglos XVIII y XIX y comienzos del XX). Su paralelo en la educación era la vigilancia permanente, la aparición del celador, de las notas, los exámenes, los concursos, las clasificaciones. Que cada uno esté en su lugar. Estas tecnologías individualizantes enfocan a los individuos en sus cuerpos, en sus comportamientos. Con el descubrimiento de la población adviene la Regulación. La vida entra en el dominio del Poder. Se percibe al sexo como una articulación entre las disciplinas individuales del cuerpo y las regulaciones de la población. La sexualidad en los adolescentes se vuelve un problema médico, moral, político y pretexto de control. La Regulación impone controles: control de la natalidad y mortalidad, tasa de crecimiento, hábitat, condiciones de vida en la ciudad, estadísticas. El cuerpo del agente de salud se distancia para poder observar las vicisitudes que experimentan los cuerpos observados. Su sensibilidad se construirá en la lógica del observador, del que controla, del que vigila y más modernamente, del que regula y enuncia qué estilo de vida es el que conviene a la sociedad. Sin embargo, el cuerpo del agente de salud también será afectado por las estrategias panópticas y estará constreñido a las tecnologías de la regulación, del control científico, estadístico. Tanto observador como observado son captados por el ojo avizor y la dictadura de los controles poblacionales. Su cuerpo fluctúa en la búsqueda de una distancia justa desde donde observar y se desvitaliza en el intento de vaciar su sensibilidad, que le aparece como un estorbo para la ilusión de objetividad. La regulación es el nuevo panóptico que dice qué sensibilidad es la adecuada para la media.
Dice Toni Negri que lo que Foucault ha aportado a los jóvenes de los 60 no era sólo una cuestión teórica sino la creencia de que la transformación social sólo era posible mediante una desestructuración activa de las redes de poder, singulares y colectivas, en las cuales estábamos presos. Una desestructuración activa de las redes de poder en el ámbito grupal y en el ámbito de las conductas íntimas.
Según Deleuze todos los centros de encierro atraviesan una crisis generalizada: cárcel, hospital, ejército, escuela, familia. La familia, la escuela son un interior en crisis. “Todos saben que en un plazo no muy largo, todas estas instituciones están acabadas… Sólo se pretende gestionar su agonía (a través de reformas) y mantener a la gente ocupada mientras se instalan las nuevas fuerzas”. En las sociedades disciplinarias y en las de control, tanto las liberaciones como las sumisiones han de ser afrontadas. “En la crisis del hospital como medio de encierro, es posible que el hospital de día o la asistencia domiciliaria haya supuesto en un principio nuevas libertades… pero igualmente participan de los mecanismos de control que no tienen nada que envidiar a los terribles encierros. No hay lugar para el temor ni para la esperanza, sólo cabe buscar nuevas armas”.
El cuerpo del agente de salud se ha modernizado, se ha flexibilizado, cambia el guardapolvo por el vaquero, busca la adaptación activa, intenta posturas alternativas a viejas posturas que le exigían mayor tensión muscular para sostener sus actitudes profesionales, en el Hospital, en los Centros de Salud, en los Dispensarios, en la Escuela, en los Centros de Cultura. La innovación en muchos casos es captada y se transforma en otra de las formas del control. El cuerpo del agente de salud queda dubitativo entre distintas configuraciones corporales contradictorias. La flexibilidad es sospechada, la sensibilidad es sospechada y el cuerpo del agente de salud pierde tonicidad dilucidando qué sensibilidad podrá ser la adecuada para las nuevas exigencias.
Líneas de fuga
Pilar Calveiro (en “Poder y Desaparición”) recluida en un campo de concentración de la Argentina, descubrió comportamientos posibles, que hacían que la voluntad de vida circulara allí donde parecería estar aniquilada toda esperanza. En casos extremos de control, en un Campo de Concentración, lo cuentan también los sobrevivientes del Holocausto, es posible la trasgresión a la norma y las escobas voladoras de las líneas de fuga. Según la autora, el Campo de Concentración es el lugar idóneo para la experimentación de conductas de sometimiento y sumisión y muestra una producción de subjetividad en la que el miedo se hace caldo de cultivo para la supresión y el auto aniquilamiento de lo humano, es decir del respeto por lo diferente y de la producción de alteridad. Se busca modelar un nuevo sujeto con la intención de hacerlo funcional, homogéneo, cómodo al sistema, no conflictivo. El campo no es exactamente una máquina de olvido sino una máquina que reformatea la memoria, la amolda a sus necesidades. Su objetivo es borrar, vaciar, regrabar.
Aún en los campos de concentración, “la homogeneización y el control total son sólo ilusiones” y las conductas de resistencia se producen entre los intersticios de poderes que parecían inquebrantables. Sin norma instituida no hay trasgresión. La trasgresión abre una línea de fuga. Un cambio de intensidad. Un pequeño desvío de la atención, la captación de cierta cosa ridícula que se produce en el “entre”, hace que el cuerpo temeroso que escapa del represor (visible como eslabón de una cadena de mandos) se convierta en trasgresor y burle los controles. La trasgresión puede llegar como un intento de obediencia que escapa por algún borde y no siempre con una conducta intencional o voluntaria de resistencia. Puede manifestarse como un pliegue estratégico, como una aparente huida o abandono de los principios que sustentan la humanidad en uno. El acontecimiento de la trasgresión hace visible, evidente, una faceta de la maquinaria de poder que encarna en quien impone la norma, la disciplina y hace a la maquinaria más humana y por lo tanto, falible. Sólo el cuerpo que se intenta disciplinar y modelar en los valores que los Centros de Poder imponen, invita a la trasgresión.
“Todo ocultamiento al poder totalizante que intentaba hacer transparentes a los hombres, toda la defensa de la propia memoria contra el reformateo del campo, toda burla, todo engaño, fueron formas de resistencia a su poder… La risa fue un elemento de afirmación de la humanidad propia. El sarcasmo y la burla permitían desmitificar al desaparecedor, revelarlo en una existencia patética que desvanecía de un golpe la omnipotencia.”
El descontrol del control: emergencia de nuevas problemáticas
Paul Virilio en su ya clásico libro “El arte del motor” muestra el paisaje contemporáneo. Las tecnologías de control se invisibilizan, se travisten, pierden la forma del humano. Los individuos son sometidos a 1500 informaciones diarias de publicidad. Se instalan estimuladores cardíacos en niños recién nacidos para experimentar. Infraestructura, miniaturación neonatológica que favorece la intrusión tecnológica en el organismo. Por no poder escapar de nuestra biosfera natural, se va a colonizar un planeta infinitamente más accesible. Se trata de la colonización de una población humana provista de una cantidad creciente de prótesis que exigirán gastos de salud, cada vez más importantes. En el año 2000 la mitad de las operaciones quirúrgicas consistirá en implantación de prótesis y trasplante de órganos. ¿Será reemplazada la idea de una raza superior por la de una especie superiormente equipada? ¿Hasta qué punto podría el individuo escapar al desorden de los sentidos de tecnologías que buscan apagar los excesos de las pasiones? ¿De qué tipo nuevo de dependencia o acostumbramiento se tratará mañana? ¿Asistiremos a la exclusión de una fisiología humana, órganos vitales superados, a la llegada de un fundamentalismo que ataque la vitalidad natural en favor de una vitalidad mesiánica y sobreexcitada? Las personas son los blancos asediados por todos lados. Turistas del spleen, la neurastenia y la tuberculosis, son reemplazados por los turistas de la desolación (desocupados, anomia, miseria). Informe de la Unesco: viven 120 millones de personas fuera de sus países. Geopolítica desviada por la publicidad. La duración de la vida humana irá en aumento, pero habrá que dar cuerpo a un tiempo que se alarga. Existe el objetivo confeso de transformar al espectador o al observador, como en la guerra, en agente o víctima potencial (campañas de prevención de salud, de seguridad). Antes se aspiraba a provocar emociones naturales, con los efectos artificiales la intención cambia. Se llega al vértigo, sobreexcitación, estado de shock, hasta eliminar todo juicio, todo sistema de evaluación razonable o de selección de lo positivo o nocivo de los mensajes. El impacto es una mera señal de frecuencia, un impulso que podrá prescindir de toda verosimilitud. Los medios masivos y sus ambiciones democráticas parecen llegar a un punto sin retorno, a un umbral de tolerancia donde su poder específico se borra en beneficio de otros tipos de dependencia, más solitarios, más cerca del cuerpo. No se conoce publicidad que aleje del consumo aunque sea perjudicial, sino que cree consumo. Con la aceleración ya no hay aquí y allá, sólo la confusión mental de lo cercano y lo lejano, el presente y el futuro, lo real y lo irreal… Llegamos al fin de un ciclo de la percepción. La ceguera está en el centro del dispositivo de las próximas máquinas de visión. Los hombres más contemporáneos que ciudadanos, se deslizan del viejo estado nación contiguo y contingente a la comunidad atópica de un estado planeta.
Devenir del agente de salud
El cuerpo del agente de salud es cuerpo afectado, arrasado por la rigidez de la flexibilidad del Mercado. Además, los principios, las dicotomías, que sustentaban los marcos teóricos (sujeto/objeto, exterior/interior, individuo/grupo, cuerpo/mente) están siendo interrogados por los nuevos paradigmas en la ciencia, en el arte, en la filosofía. El agente de salud tradicional, que se protegía en un lugar de la salud, desde donde observaba de modo neutral a una comunidad, a una sociedad, a grupos, a personas enfermas o en riesgo de enfermar, dejó afuera las corrientes submarinas que atravesaban su corporeidad, porque no las consideraba valiosas para comprender lo que iba observando. Y así el cuerpo, instrumento natural para el registro de sensaciones, emociones, se fue plegando y en parte desvitalizando, quedó arrinconado, desconfiado de sí mismo como recurso de un saber y olvidado de su capacidad de resonancia. En la actualidad, el cuerpo del agente de salud de la globalización está sometido a las mismas situaciones de estrés que los cuerpos de los humanos que intenta salvar. La dictadura del Mercado y de la flexibilización laboral, la crisis de la cultura del trabajo, el cambio de valores respecto a lo que se considera sano y enfermo, justo o injusto, verdadero o falso, fracaso o éxito, es el fantasma que afecta por igual a los agentes de salud y a los usuarios. El estrés es efecto de sensibilidades en conflicto: una sensibilidad hiperestimulada en el hacer y una sensibilidad hipoestimulada en el ser. La neutralidad quizás deba ser reformulada como una tensión, como una búsqueda, más que como un fin.
El agente de salud tendrá que contar con su cuerpo afectado, estresado, desterritorializado, con una sensibilidad anestesiada, devaluada, saturada, vaciada, donde se ensayará regrabar nuevas formas de sensoriar cercanas a la sensibilidad globalizada y adecuadas a la nueva excelencia. Éste será el instrumento para guiarse en la incertidumbre de los principios, enfrentar su propio umbral de tolerancia y remover dentro de sí los obstáculos que le impiden seguir inventando las herramientas de su hacer y su quehacer. A un nuevo “estado desaparecedor” se enfrentará el agente de salud. Nuevas definiciones y estrategias de salud deberá impulsar, que impidan que las personas se transformen en desaparecidos: del mercado laboral, del acceso a la salud, a la educación y a la cultura. Entre el agente de salud y el usuario nace un compinchaje, una salvación conjunta.