Nací en 1910 en Viena, cuando ésta todavía era la capital del Imperio Austro-Húngaro. Cursé ahí todos mis estudios y me recibí en 1935 de médica. Ya antes había empezado mi análisis didáctico con Richard Sterba y mi formación en la Wiener Vereinigung (Instituto de Psicoanálisis de Viena). Ya terminado mi análisis, en 1936, interrumpí mi carrera, para ir, junto con mi marido, el cirujano Máximo Langer, a España, en donde había estallado la guerra civil. Entramos como médicos a las Brigadas Internacionales. Salimos de España en los últimos días del año 1937. Por
causas políticas ya no pudimos volver a Austria. El Anschluss nos sorprendió en Checoslovaquia. Emigramos al Uruguay y, en el 1942, a la Argentina. Justo cuando llegamos a Buenos Aires, cinco psicoanalistas estaban formando la asociación. Me invitaron a participar. Fui así miembro fundador de APA (Asociación Psicoanalítica Argentina), como años más tarde de la Asociación de Psicología y Psicoterapia de Grupo. En ambas organizaciones desempeñé diferentes funciones y cargos, inclusive la presidencia. Fui, durante los 29 años que pertenecí a APA, analista didáctica. En el Congreso Psicoanalítico Internacional, Roma 1969, época de dictadura militar en la Argentina, me afilié, junto con otros colegas a Plataforma Internacional, organización que se proponía cuestionar desde adentro la ideología de la formación y de la práctica psicoanalítica de la International Psychoanalytical Association y de las sociedades dependientes de ella. Un tiempo después, entramos un grupo numeroso de analistas a FAP, la Federación Argentina de Psiquiatras. Esta agrupaba a los psiquiatras más progresistas y trabajaba en 3 niveles: el gremial, el científico y el político. Nuestra pertenencia y actividad en Plataforma y FAP provocó a la larga conflictos con APA que nos llevaron, junto con otro grupo afín, llamado Documento, en 1971, después del Congreso Psicoanalítico Internacional de Viena, a renunciar a la Asociación Psicoanalítica Argentina
e Internacional. En el Congreso presenté un trabajo, muy comentado en ese momento, bajo el título de “Psicoanálisis y/o Revolución Social”. Más adelante describiré la labor que desarrollamos en FAP, después de nuestra salida de APA. En ese mismo año regresé al hospital. En 1973 se dio una importante apertura democrática en la Argentina y en 1974 fui nombrada profesor asociado de Psicología Médica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. En junio de 1974 fui invitada a México por el Dr. Armando Suárez, fundador del Círculo Psicoanalítico Mexicano a participar en una serie de conferencias y una mesa redonda sobre el tema “Locura y Sociedad”. Estuvimos Armando Suárez, Franco Basaglia, Igor Caruso, Thomas Szasz, Eliseo Verón y yo. En esta oportunidad me vinculé con colegas mexicanos que compartían mis ideas, sin saber todavía que, meses más tarde, las circunstancias políticas de la Argentina me obligarían a una nueva emigración. Desde octubre de 1974 vivo en México. Trabajo como maestra en Estudios Superiores de Psicología Clínica en la Universidad Autónoma y como asesora y supervisora clínica en los Centros de Integración Juvenil, organización que se dedica a la asistencia de jóvenes drogadictos y la prevención primaria. También me dedico, como siempre al psicoanálisis. Enviudé en 1965. Tengo 4 hijos y 9 nietos. Siempre me preocupó la situación de la mujer en la sociedad y el papel secundario que se le atribuye. Querría entender y captarla en sus funciones y diferencias con el hombre. Durante mi labor de psicoanalista empecé a interesarme en el problema de la esterilidad psicógena. Ocurrió esto, porque entre los primeros casos que traté hubo casualmente dos mujeres, estériles durante muchos años de matrimonio, que se embarazaron durante y gracias al tratamiento analítico. Empecé a investigar, a reflexionar y a escribir. Publiqué “Maternidad y Sexo”, libro editado por primera vez en 1951, actualmente en su cuarta edición. En estos momentos se está preparando su publicación en italiano. —En este libro muestro y ejemplifico con material clínico, basándome en la teoría de Melanie Klein sobre las ansiedades tempranas, el complejo de castración femenino y las fantasías inconscientes que resultan de estos temores en interacción con determinadas situaciones traumáticas reales, como se producen los diferentes trastornos psicosomáticos de la vida procreativa femenina. Demuestro también como esta problemática, siguiendo el esquema de Enrique Pichon Riviere de área uno, área dos, área tres (mente, cuerpo y sociedad) pueden llevar a las mujeres a expresar sus conflictos de manera meramente psicológica, somática o en sus vínculos sociales. Posteriormente, en 1971, en un libro compilado por mí (Cuestionamos 2, Gránica Editor, Buenos Aires) actualizo mis ideas sobre la Psicología femenina como resultante de la condición anatómica de la mujer por un lado —condición que parecía inmutable y cambió radicalmente desde que anticonceptivos seguros le permiten placer sexual sin consecuencias— y su situación social por el otro. Fui panelista en las Naciones Unidas, el 7 de marzo de 1975, en Nueva York durante el Año Internacional de la Mujer y coordinadora de una mesa del Primer Symposium Mexicano-Centroamericano de Investigación sobre la Mujer (México, noviembre de 1977). Actualmente coordino un seminario, en el cual seguimos investigando cómo los factores anatómicos y sociales determinan la psicología de la mujer, pero también como interpretaciones y metas terapéuticas pueden estar influidas por ideología sexista y de clase. Mi interés por los procesos psicosomáticos, despertado por investigar los trastornos femeninos, pero también por la convicción de la importancia de la contratransferencia —tema muy privilegiado en APA, especialmente desde los estudios fundamentales de H. Racker al respecto— me llevó en una época a dedicarme a la investigación de la psicología del enfermo grave. De ahí llegamos, Leo Luchina y yo, a preocuparnos por la problemática vocacional y contratransferencial del médico especializado en la atención de enfermos incurables. Publicamos nuestro trabajo bajo el título de Psicología y Cáncer. En esta misma época coordiné un grupo Balint. En este tipo de grupo el coordinador discute con médicos clínicos tanto la psicodinamia y el manejo psicológico de sus pacientes, como las ansiedades y otros sentimientos que estos enfermos le provocan. Tomar consciencia del stress, bajo el cual suele trabajar, lo disminuye, le ayuda en su tarea difícil y en el mantenimiento de su salud mental (se sabe del alto porcentaje del infarto, enfermedad provocada por el stress, en los médicos). El carácter económicamente elitista del psicoanálisis siempre me había preocupado. Por eso entré entusiastamente con otros colegas —éramos once los fundadores de la institución y del Instituto correspondiente— a la psicoterapia de grupo. Era la oportunidad de hacer el análisis accesible para los no pudientes. En 1957 León Grinberg, Emilio Rodrigué y yo publicamos el primer libro sobre
psicoterapia grupal en español (Psicoterapia del Grupo, su enfoque psicoanalítico. Editorial PAIDOS). Este texto, traducido también al portugués está ahora en su cuarta edición. Sosteníamos la tesis del “grupo como un todo” la utilidad de interpretar consecuentemente desde un marco referencial kleiniano. —Los miembros de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo introdujimos el psicoanálisis, modificado como técnica grupal en las instituciones sanitarias y hospitalarias, logrando así la satisfacción de un viejo deseo—. Cuando muchos años después regresé al hospital, modifiqué bastante mi técnica. Tenía más consciencia de las necesidades inmediatas del paciente hospitalario que muchas veces exige logros más rápidos, aunque más superficiales. Esto implica, en lugar de tratar siempre “al grupo” estar dispuesto también a interpretaciones más personales, como también a otro manejo del tiempo evitando regresiones profundas. Y, junto con hacer consciente al enfermo su problemática estrictamente psicológica e individual intento ahora, ubicarla también en su contexto social. Más adelante llevé lo aprendido en el hospital también en mi consultorio privado —toda esta experiencia me sirve ahora en mi tarea de
supervisora de los Centros de Integración Juvenil, como también con los alumnos de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo. En nuestra época “política”, 1971-1974 (este último año es el de mi salida algo forzosa de la Argentina) me dediqué, como muchos otros compañeros a retomar y profundizar los vínculos existentes entre marxismo y psicoanálisis. En ese entonces dirigía la “Colección Izquierda Freudiana” de una editorial de Buenos Aires (Gránica Editor). Fue también Gránica, quien nos editó dos libros, compilados por mí —Cuestionamos y Cuestionamos 2— en cuyos textos intentamos, los miembros de Plataforma, cuestionar y analizar las ideologizaciones que había sufrido el psicoanálisis institucionalizado. En 1973 trabajé, junto con otros compañeros, en la comisión organizadora del C.D.I. (Centro de Docencia e Investigación). Este estaba subordinado a la Coordinadora, que a su vez coordinaba las actividades de la FAP y de la Asociación de Psicólogos y de la Asociación de Psicopedagogos. Haber logrado esta confluencia significaba un progreso muy importante para nosotros. En ese entonces los psiquiatras marxistas ya no discriminaban a los psicoanalistas, tildando su ciencia de “idealista”, ni los psiquiatras más tradicionales a los psicólogos, tratándolos como colegas de nivel inferior. Todos nos considerábamos T.S.M., es decir trabajadores de salud mental. En el C.D.I. enseñábamos, al fin, psicoanálisis no elitista, sin pedir a los alumnos agremiados mas que una cuota ínfima, para cubrir los gastos. Pero los filósofos que dictaban materialismo dialéctico e histórico —pensamos que un psicoterapeuta necesita de estos conocimientos— eran pagos, ya que un filósofo en la Argentina suele ser pobre. En esta época, en la cual pertenecía a la directiva de la FAP, tuve la oportunidad de visitar regularmente diferentes instituciones psiquiátricas del interior del país. Posteriormente, ya desde México, en viajes periódicos de trabajo a Europa he estado también en contacto con este tipo de instituciones, adquiriendo experiencia con su problemática institucional. En Suiza me han pedido varias veces coordinar grupos operativos de equipos de psiquiatría. Para terminar con esta parte del cuestionario, resumo mis actividades en la Argentina: era, durante muchos años analista didáctica de la APA y profesora del Instituto de Psicoanálisis. Cuando había oportunidad, trabajaba en hospitales. Tenía puestos directivos en diferentes asociaciones científicas.
Escribía. Siempre ejercía el psicoanálisis en mi consultorio privado. Mas que 20 años atrás, vinieron muchos de los pioneros del psicoanálisis mexicano a formarse en la Argentina. En esta época he sido una de sus maestros.
1 y 2: El psicoanálisis me interesa mucho. Pero combato su elitismo y la ideología que le imprimen sus instituciones. Nunca creí que fuera un instrumento para cambiar el mundo. Nunca creí que fuera un instrumento para cambiar el mundo. Pero sirve, sin duda, para entender profundamente al ser humano. Como terapia mejora o cura al paciente y le ayuda, de todos modos, a manejarse mejor. Debiera conducirlo también a comprender el contexto social, en el cual está inserto y llevarlo a una adaptación activa, aloplástica. Además, como ya recalcó Freud, puede ser un factor importante en prevención primaria de salud mental. Por todo eso me duele que el psicoanálisis no fuera aceptado en los países socialistas, pero también, problema mucho menor que las feministas estén en guerra contra Freud. Lo primero me lleva a colaborar con todos que intentan, aunque con modificaciones técnicas, hacerlo accesible a las masas no pudientes. Por eso también me da placer, trabajar en los CIJ y colaborar con AMPAG. Los estudios sobre marxismo y psicoanálisis obviamente eran dedicados por un lado a ganar a la izquierda y por el otro a mostrar a los analistas que un análisis que prescinde del contexto social, no basta para comprender al hombre. También, un poco ingenuamente, estaban pensados para preparar su futura aceptación en los países socialistas. Con respecto a los diferentes movimientos feministas; son expresión y resultado pero en algo también motor del cambio profundo y justo que en nuestro siglo ha tenido el papel de la mujer. Quisiera que los movimientos feministas puedan
utilizar el instrumento del psicoanálisis para acelerar este cambio. Pero justo en el terreno de la psicología femenina Freud sucumbió a la ideología de su época. Hay que recurrir a autores posteriores e investigar por cuenta propia, para entender psicoanalíticamente la problemática de la mujer actual y para ayudarle en su cambio. Igualdad de educación para varón y mujer. Libertad, con responsabilidad, sin la sobreprotección que los psicoanalistas suelen dar a sus hijos. Bajo ninguna circunstancia castigos corporales. 1. Los psicólogos con los cuales tengo contacto, sea en la Universidad, sea en otras organizaciones, suelen ser bien dispuestos hacia su tarea, con inquietudes vocacionales. Su formación es muy diversa. La licenciatura en psicología de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) está principalmente centrada en el conductismo. En la maestría y el doctorado de psicología clínica —donde yo enseño— el marco referencial es psicoanalítico. La formación es buena, pero muchas veces les falta a los alumnos experiencia vital. Los grupos terapéuticos-didácticos que fueron hechos con los estudiantes de maestría y doctorado en los últimos dos años, en un plan piloto, dieron según mi experiencia —coordiné uno y supervisé dos— muy buenos resultados. Pero todavía no están incluidos definitivamente en el plan de estudio. Los psicólogos, con los cuales trato en los Centros de Integración Juvenil tienen allá la oportunidad de un buen aprendizaje teórico-práctico. Lo mismo ocurre en el AMPAG, donde la Clínica ofrece al terapeuta el contacto con pacientes de otra clase social. Creo que fue importante el aporte de los psicólogos argentinos y uruguayos que, debido a las condiciones políticas en sus propios países, llegaron en los últimos años a México. Trajeron su experiencia de trabajo de marco referencial psicoanalítico en hospitales y otros centros de salud junto con técnicas de terapia de grupo, de pareja y familia. Generalmente el enfoque ideológico es distinto del norteamericano que hasta entonces prevalecía. Ad.IV.2 Hay muchas facultades de psicología en México. El número de estudiantes está en aumento constante. Veo un buen porvenir para mi especialidad, es decir, para la psicología clínica. Pero quiero prevenir contra una enseñanza de psicología que se base principalmente en el conductismo norteamericano. Lo que ya allá puede ser dañino —el concepto y la meta de adaptación del niño y adulto al sistema vigente— en un país en desarrollo, como lo es México, desde ya debiera ser sustituido por un enfoque que tiende a la adaptación activa (Pichon Riviere) que desarrolla toda la capacidad creativa del hombre y lo estimula y capacita a modificar su ambiente. Marie Langer
RESPUESTA A UNA SOLICITUD DE ANALISIS [1]
PREGUNTA PARA LA DRA. MARIE LANGER
Mi médico clínico me ha recomendado un tratamiento psicoanalítico (individual, y no en grupo). Siempre he elegido los mejores médicos, es decir los conocidos, para hacerme entender. Pero averiguando sobre analistas, me entero de que por menos de $500 la hora (en algunos casos $300) no conseguiré ninguno. Calculando que tendré que ir no menos de tres horas semanales, el tratamiento resultaría unos $6,000 mensuales. ¿Qué puedo hacer si mi sueldo no excede de los $4,500 mensuales? Contestación: El problema, planteado por UD. ha sido objeto de preocupación para Freud y para muchos otros psicoanalistas y podría formularse, en términos más generales, de la siguiente manera: ¿Cómo hacer el psicoanálisis accesible a un mayor número de personas y a pacientes que carecen de grandes recursos económicos? Este problema surge porque, en contraste con otros tratamientos médicos, el facultativo que ejerce el psicoanálisis, tendrá que dedicarse a su paciente varias horas semanales durante un largo lapso de tiempo. No podrá delegar su tratamiento en un auxiliar, ni permitir que se vuelva rutinario. Tendrá que prestar a su paciente una atención plena y constante. Por eso considero que el reproche que a menudo se hace al psicoanalista, de ganar excesivamente, es injustificado. Porque mientras que un clínico conocido atenderá en una tarde de consultorio fácilmente de 15 a 20 enfermos; el analista no podrá atender más que 8 ó 9 pacientes en todo un día. Pero mientras que se considera lógico que el clínico experimentado cobre $300 ó $500, a aún más por consulta, los mismos honorarios pedidos
por toda una hora de trabajo intensivo por el analista son criticados como excesivos. Es cierto, podrá contestarme que el clínico y más todavía el cirujano conocido ganan mucho con su clientela particular. Pero cumplen con su deber social, atendiendo por poca remuneración en los hospitales a todos los necesitados. Antes de entrar directamente en este tema, quisiera aclarar un hecho poco conocido: El psicoanálisis es una especialidad, cuya formación puede adquirirse solamente a través del propio análisis, largo y costoso exige además un estudio prolongado e intensivo, cuya enseñanza se imparte en los institutos de psicoanálisis. Debido a la orientación organicista y antipsicológica de nuestras facultades de medicina, el médico llega al instituto sin ninguna base teórica que pueda servirle en su formación. Dedicará, entonces, durante años, varias horas diarias, no remuneradas desde ya, a esta, mientras que sus profesores, analistas experimentados, dedicaran también tiempo no remunerado a su enseñanza.
¿Pero este tiempo dedicado a la formación realmente impide al analista, a asistir a un hospital y analizar a los necesitados? No forzosamente. Sino ocurre que el método psicoanalítico clásico, justamente porque exige una dedicación larga y continuada a cada paciente, no se presta para la atención hospitalaria. Recién en los últimos años pudieron elaborarse formas de aplicación del psicoanálisis a tratamientos psicoterapéuticos más breves individuales y colectivos. Principalmente la psicoterapia del grupo ha permitido resolver este problema. Es igualmente de importancia, la orientación psicoanalítica de los padres de niños enfermos. A todas estas tareas se dedican actualmente muchos psicoanalistas en distintos servicios hospitalarios. Pero me dirá Ud., su clínico no le indicó un tratamiento psicoterapéutico de base analítica, sino un psicoanálisis, para el cual le faltan los medios. En Europa, en las asociaciones psicoanalíticas más antiguas existen clínicas, en las cuales personas sin medios son atendidos por una remuneración pequeña al alcance de ellos que no es percibido por el analista que los trata, sino por la institución. Aquí estamos actualmente estudiando la posibilidad de crear una clínica de este tipo. ¿Resolverá esta su problema personal y el de tantos otros? Me temo que no, porque la clínica podrá absorber solamente un número ínfimo de pacientes. Tropezamos aquí con un problema social doloroso y mucho más amplio. Para la salud mental de determinadas personas, una vivienda adecuada, por ejemplo, puede ser de tanta importancia como cierto tipo de tratamiento. Y ambos pueden estar fuera de su alcance en nuestra sociedad actual. ¿Qué hacer entonces? Con todo, su situación no me parece tan difícil. Le aconsejo consultar al médico e guardia de la Asociación Psicoanalítica Argentina, quien le atenderá gratuitamente. Él podrá decirle, si realmente en su caso la psicoterapia de grupo esté contraindicada o podrá ver si encuentra a un psicoanalista, cuyos honorarios estén a su alcance o, finalmente, si hasta ahora Ud. siempre pudo atenderse con los “mejores médicos”, a pesar de lo limitado de su sueldo descubrirán, tal vez, en una conversación más a fondo cómo usted podrá encontrar los medios de financiar los gastos de su tratamiento. Dra. Marie Langer
“LA VOCACIÓN”
Conferencia de la Dra. Marie Langer, realizada en el Centro Asistencial del Este “El Peñón”, el 4 de marzo de 1965. La presente conferencia está destinada al estudio de las causas que impulsan a un individuo a escoger determinada profesión u oficio. En ella se señalan los aspectos sanos o patológicos que pueden impulsar inconscientemente la ser humano en dicha elección. En Psicoanálisis el tema ha sido poco tratado. Últimamente en Buenos Aires el Dr. Wender ha presentado un trabajo al respecto. Erickson se ha ocupado indirectamente del tema en su libro “Infancia y Sociedad”.
El tema es complejo y generalmente es enfocado desde muchos ángulos ya que abarca aspectos muy diferentes. En el aspecto social ocurrió con la Vocación lo mismo que una época sucedía con el amor. El amor era hace algún tiempo, un privilegio reservado a unos pocos y sólo fue posteriormente cuando surgió el derecho al amor individual. Durante mucho tiempo sólo existieron dos vocaciones posibles: la vocación religiosa y la vocación médica. En las tribus primitivas, ambas coincidían generalmente. No existían otras vocaciones diferentes a estas y las otras actividades que desempeñaban, tanto el hombre como la mujer, estaban ya decididas y organizadas previamente, incluyendo en todo esto aspectos sociales, de castas, etc. En la actualidad y en términos generales, parece que el poder seguir el llamado vocacional es en cierto sentido un privilegio que abarca la clase media y esto debido a la influencia que ha tenido la enseñanza gratuita. En todo caso es una situación que depende de los social. En términos más especiales, podemos decir que si una persona desea seguir una vocación que sea muy especial, depende lógicamente de la sociedad y de que haya una necesidad social para que pueda asumir tal o cual “rol”. La identificación ha jugado un papel muy importante. Lo que fuere el padre o similares, influían mucho en la vocación del joven, pero hoy podemos decir que en ella influyen además factores internos de suma importancia.
APORTE DEL PSICOANÁLISIS EN LA COMPRENSIÓN DEL FENÓMENO DE LA VOCACIÓN, EN SU FISIOLOGÍA Y PATOLOGÍA
Vocación es un llamado. Marañon nos habla de la vocación sacerdotal y de la médica como las dos únicas vocaciones auténticas. En la religiosa se supone que quien llama es Dios, pero analíticamente el “quien llama” se vuelve mucho más complejo. Yo pensé que quien llama es un objeto interno necesitado o uno externo necesitado y destruido que llama a la persona para que le ayude. Pensé que quien llama es el super yo o el objeto dañado mismo, pero en una discusión en la Asociación Psicoanalítica Argentina, un compañero, el Dr. Abadi me dijo: “llama también el niño mismo, el niño que uno ha sido que sigue exigiendo ayuda, Reparación, alimento, cariño, etc.” Esto es cierto. Después seguí pensando en los conceptos de mundo interno tanto en las concepciones de la escuela clásica como de la escuela inglesa. Este mundo tiene diversas partes:
a) el niño que hemos sido,
b) el niño que hubiéramos querido haber sido; todo un mundo muy complejo de fantasías y de partes infantiles,
c) los objetos (en sentido psicológico), con los cuales hemos tenido contacto desde el primer momento de nuestra vida. Estas personas han quedado incorporadas en la fantasía a este mundo fantástico.
Entre estas partes se establece “el quien llama a quién” para ser reparado.
EL PSICOANÁLISIS CLÁSICO
Freud dijo que analíticamente se puede explicar vocaciones, logros culturales, pero no se puede explicar en sí la capacidad o el genio. Para hablar de vocación es necesario considerar tres factores importantes: a) lo innato (ubicado en el ello), la capacidad innata y hereditaria, b) la posibilidad social (a menos de que sea genio y cree esa posibilidad social), c) la historia infantil del objeto. En el trabajo de Freud sobre Leonardo Da Vinci, habla de un problema conflictual en la constelación familiar de Leonardo, quien fue un gran pintor porque tenía una gran capacidad para
pintar y además la sociedad le permitió hacerlo, pero lo que pintaba y el cómo lo hacía, dependía de su propia historia infantil y de la necesidad de repetirla. Freud describió analíticamente el juego de un niño cuando observaba a su pequeño nieto: observó que el niño practicaba un juego que inventó, cuando la madre se iba por un rato. El niño se tranquilizaba de la angustia que le producía esta ausencia, mediante su juego que consistía en un carretel atado a un piolín, lo tiraba afuera de la cuna, lo halaba y el carretel volvía. Cuando aparecía el carretel el niño se tranquilizaba. Freud dijo que a través de este juego el niño superaba la ansiedad que le producía la ausencia de la madre, porque la podía recrear. Dedujo que el juego sirve para elaborar conflictos y angustias. Este aspecto ha sido posteriormente muy desarrollado por otros tales como Melanie Klein, Erickson, etc., pero Jacques un analista inglés va más allá y dice: “Toda actividad social sirve para elaborar ansiedades internas muy profundas”. Nosotros que trabajamos con la mente enferma, nuestra actividad específica nos sirve para elaborar conflictos internos nuestros, y si nos cortasen esta actividad correríamos tal vez el riesgo de enfermarnos mentalmente. Es decir, se elaboran a través de la actividad que elegimos, una cantidad de conflictos propios simultáneamente cuando ayudamos a los demás a elaborar sus conflictos. Tendríamos pues:
a) factor de vivencias infantiles,
b) factor de elaboración de conflictos.
Hay otros factores que tienen relación con la sublimación. Recuerda el concierto de Freud cuando la menciona como mecanismo ideal para la superación de las tendencias pregenitales. La evolución ideal sería la sublimación o “transformación de un instinto parcial” prohibido o rechazado en algo socialmente útil y que preserva simultáneamente al objeto. Depende en buena parte del nivel social en que se desenvuelva la persona. Así un niño con fuertes impulsos sádicos podría sublimarlos, y de acuerdo con su nivel social llegar a ser carnicero o cirujano. Así cumpliría en ambos casos una función socialmente útil. ¿Qué nos llevó a la Medicina? La curiosidad sexual infantil. El médico para el niño es una figura especial, es el único que puede entrar y ver la intimidad de papá y mamá, del dormitorio, de los niños, etc.; el niño muy curioso se puede formar la idea desde niño que cuando sea grande será médico.
Habría aquí:
a) identificación con personaje estimado en la familia,
b) necesidad de ubicar su curiosidad sexual infantil, y
c) necesidad de reparar.
Estos factores serían los actuantes en el médico o psicólogo que se dedican la psicoterapia.
Según Melanie Klein, el niño muy pequeño atraviesa por diferentes fases antes de poder integrarse. En un de ellas, en la primera, la esquizo-paranoide, prevalecen muchos temores: al ataque, a la dependencia, etc., y frente a ellos el niño se defiende con inadecuadas defensas, omnipotentes y
mágicas. En una fase posterior ya no sufre tanto estos temores, no está a merced de tantos objetos que no son ni personas completas sino partes, a merced de aquel mundo confuso dividido en bueno y malo, sino entiende a la persona total y aprende a querer a la persona total y a preocuparse por ella.
Analíticamente se habla de una necesidad de reparar a estos objetos que en la fantasía fueron atacados y destruidos en una primera época. Habría una Reparación que viene de la época en la cual el niño atacó y destruyó sus primeros objetos y a los cuales pretende reparar en forma mágica y omnipotente e irreal. Sería la Reparación Maníaca. Esta Reparación se caracteriza por: a) va acompañada de desconsideración del objeto, b) triunfo sobre el objeto; y c) control del objeto. La Reparación puede originarse también de otra fase más integrada, aquella en la cual hay consideración y preocupación por el objeto. Pretende reparar el daño al objeto querido, pues le preocupan los ataques hechos en la fantasía. Esta sería Reparación Depresiva que se caracteriza por:
a) consideración por el objeto, b) estima del objeto; y c) cariño por el objeto. Si en nuestra vocación intervienen muchos factores de la posición esquizo-paranoide, tales como rivalidad, envidia, etc., el “llamado vocacional” no será otra cosa que la actuación de la parte infantil que entra en rivalidad con la madre. Esta Reparación sería omnipotente, maníaca y reflejaría la rivalidad y protesta de la parte infantil contra las figuras parentales. Si la Reparación es más bien depresiva, correspondería a la parte infantil que tiene consideración, estima y cariño por el objeto y actúa desde dentro del adulto que siente la vocación para reparar el objeto dañado en la fantasía. Como ejemplo del primero, el pediatra que al tratar a un niño llevado por su madre, termina por acusarla de las causas que han motivado la enfermedad. Conscientemente estaría muy bien intencionado, pero inconscientemente se identifica con el niño enfermo y ataca a la madre como
aquel quiso y no pudo hacer en su época. Los reproches del pediatra a la madre equivaldrían a la protesta del niño ante su madre, que quiso decirle entre otras cosas: “qué bruta eres”. Su rivalidad rabiosa dirigida a la madre le hace confundir inconscientemente a esta señora con su madre de la propia infancia. Así descarga su deseo oculto desde entonces, de manifestarle que “el lo hubiera hecho mejor”. Esta sería una Vocación Maníaca. La Reparación Depresiva puede observarse en otro ejemplo. Tomando el caso de otro pediatra cuya vocación corresponda a una más integrada, que considere al objeto. No sólo trata de curar al niño sino de que éste se integra más al ambiente familiar y hace lo posible no sólo para ayudar al niño sino también a la madre y al padre. Es pues la forma como su parte infantil trata ahora de reparar el daño que en fantasía causó a sus padres y a sí mismo cuando niño. Esta vocación que hace actuar para reparar este grupo familiar, la llamaríamos Vocación Depresiva. Estos dos tipos de Reparación intervienen en todos nosotros, dependiendo todo de grado. De hecho, cualquiera que quiera crear algo revolucionario, necesita cierto ímpetu paranoide, demostrar que todo lo hecho anteriormente no estaba correcto, etc. Sería pues una Reparación Maníaca, pero para que la persona pueda estar satisfecha realmente y en forma permanente de lo que hace, necesita una Reparación del otro tipo, más autentica: la Reparación Depresiva. Esta es más genuina porque aspira a reparar lo dañado y protege lo dañado en fantasía y no aspira a lograr como en el otro caso, un triunfo sobre el objeto.
En el creador del método del parto sin dolor, observamos la actuación de la fantasía inconsciente que en su caso lo indujo a una Reparación Depresiva. Era el mayor de once hermanos y por lo tanto testigo de los sucesivos embarazos y partos de su madre. Estos han debido producirle muchos celos
y rabia, así como deseos de destruir a la madre, pero su afán reparador ha debido prevalecer pues fue capaz de crear un método tendiente a evitarle sufrimientos a las madres. Quizá en su Reparación hubo una parte maníaca en cuanto al método era una forma de decirle a la madre: “yo lo hago mejor
que tú pues es sin dolor”, pro con todo prevaleció su deseo inconsciente de aliviar notablemente el dolor ocasionado en el parto de otras madres, todo lo cual significaba una Reparación de la propia. El método quirúrgico de la obstetricia moderna, que transforma el parto mismo en una intervención
quirúrgica parece ser un intento de rivalizar al hombre con la mujer que ha intervenido en muchas actividades que tradicionalmente estaban destinadas a los hombres. La mujer es anestesiada y el hombre partero interviene y “realiza” el parto sin la participación activa de la mujer. En este caso vemos cómo prevalece la Reparación Maníaca en cuanto tiene el significado de rivalizar y excluir a la mujer de un proceso que le es propio. Así se realizaría nuevamente el ataque por rivalidad inconsciente hacia la propia madre de la infancia, transferida ahora hacia las otras mujeres que van a ser madres.