Por lo general las investigaciones sobre la primera infancia coinciden en que al ser humano viene con un gran potencial a ser desarrollado, y que este desarrollo estará ligado a experiencias tempranas (tacto y contacto, diálogos tónicos, estimulación de la sensibilidad). De la calidad sensible de estas interacciones depende el desarrollo de la inteligencia emocional humana, reservorio de actitudes creativas para la vida: la capacidad de adaptación tónica (Wallon), los sentimientos de apego (Bowlby), la confianza en el propio cuerpo (Winnicott), la flexibilidad tónica y emocional (Gerda Alexander), las conductas de autoaceptación y de aceptación mutua (Maturana/Verden Zöller).
Las investigaciones avanzan incluso hacia el enfoque de un período anterior al nacimiento (la gestación y la vida intrauterina) en el interés de detectar precozmente conductas parentales, matrices relacionales de cada integrante de la pareja, que pueden obstaculizar el crecimiento armónico del niño, en un período de la vida en el que las experiencias sensibles, motrices y emocionales se constituyen en pilares del desarrollo armonioso de lo humano y del instinto de lo social.
Sin embargo, debido a su constitución biológica, la corporalidad humana es abierta y de gran plasticidad en todas las épocas de la vida.
¿Por qué entonces la investigación se despliega alrededor del comienzo de la vida y no tiene continuidad en otras etapas biológicas? Si es tan importante el desarrollo de la sensibilidad como fundamento de una conducta creativa, ¿por qué abandonarlo en estos tiempos de malaria para el ser sensible?
Por un lado, la educación temprana y todas las disciplinas alrededor de esta temática dejan leer entrelíneas la creencia de que lo que no se consiguió en el período inicial de la vida quedará marcado en el cuerpo y en el psiquismo. Por otro lado la incidencia de nuevos paradigmas y los conceptos de producción de subjetividad, de agenciamientos de enunciación que están atravesando el pensamiento contemporáneo nos impulsan a confiar en las ideas de la invención de la sensibilidad, de una corporeidad abierta a todas las posibilidades, de la potencia de las sensaciones como vías de conocimiento.
Por otro lado, ¿acaso que el bebé haya tenido una vida amorosa es la condición para una adolescencia feliz y equilibrada o de una adultez medianamente saludable?