En general, cuando uno va a una mesa redonda interdisciplinaria sobre algún tema acerca del comportamiento humano donde hay un biólogo, un psicólogo, un antropólogo, un sociólogo, etc., escucha que el biólogo dice “yo no sé nada de psicología, ya va a hablar el psicólogo”, “no sé nada de antropología ya va a hablar el antropólogo”. Entonces no se anima a pensar antropológicamente o sociológicamente, No importa que sepa qué es o no es la antropología y se ciñe exclusivamente a su propia disciplina. Este ceñirse hace que dependa cada uno del otro, pero la suma de las partes no da la totalidad. En cambio, en la transdisciplina se va formando una nueva disciplina del conocimiento, que se va nutriendo no solamente de los hallazgos de la disciplina, sino de los productos y de las interpenetraciones y transfusiones de otros campos. Por ejemplo, el psicoanálisis, cuando nació, se nutría de los hallazgos de la literatura, de la antropología (Le Bon y Mc Dougall), de la música, en fin, de las artes plásticas y así nacían pensamientos o formas de entender la magia del inconsciente, para dar un ejemplo. Nació transdisciplinaria, en algún sentido. Por ello, Deleuze y Guattari decían que no sólo no odiaban al Psicoanálisis, sino que lo amaban tanto que trabajaban para desinfectarlo. A medida que se fue especializando, el Psicoanálisis se volvió más interdisciplinario (y, por lo tanto, más monocular: lo que más forma unívocamente, más deforma). Ahora, en cambio, estamos más empeñados en una ciencia compleja del comportamiento humano, en donde están todos los niveles de explicación posibles, junto a aquellos que no se puedan explicar. Entonces, Transdisciplina, como su nombre lo indica, es la transfusión y contagio de la posibilidades de saberes de una y otra disciplina, más que la sumatoria de puntos de vista de cada disciplina sobre un mismo objeto.
El Aula Taller (aula por la circulación de saberes y taller por la circulación de quehaceres) es la idea central, la fábrica de producción de saberes y quehaceres de esta Institución Fantasma que, como ya dije, es una suerte de Gimnasio para aprender j(f)ugando de y con los temas que nos capturan en la práctica cotidiana y que provienen de la formación y la deformación profesional que hemos recibido y que también producimos. Es un atelier para la invención de destiempos, para transitar los malestarse que nos atraviesan cortidianamente, para fabricar “barricadas en el tiempo” (Peter Pal Pélbart) que nos permiten durante dos horas, al menos, compartir las pasiones alegres (Spinoza). A nosotros, los psicoterapeutas que también, como nuestros pacientes, necesitamos ayuda y lugares para inventar entusiasmos (etimológicamente: soplo de los dioses en el alma).
Del libro de Hernán Kesselman, “La Psicoterapia Operativa” (dos volúmenes) I. “Crónicas de un psicoargonauta” y II. “El Goce Estético en el de Curar.”, Editorial Lumen-Hvmanitas, Buenos Aires 1999.