Eutonía Abierta
En mi filosofía de trabajo tiene lugar una eutonía que considero abierta, porque se va produciendo en un encuentro entre almas y cuerpos, que transforma tanto a quien la ejerce como a quien la recibe. Para esta eutonía me nutro de lecturas que atañen a lo humano en un sentido amplio, en múltiples expresiones artísticas, científicas, humanísticas y en la vivencia de las manifestaciones socio-políticas y culturales de la vida contemporánea, elementos que me ayudan a seguir interrogando mi práctica, mi papel como coordinadora de grupos de trabajo corporal, como terapeuta corporal, como guía del crecimiento personal y profesional de otras personas. Me acompañan algunas ideas que fui tomando de aquí y de allí y que no me dejan asentarme de modo definitivo sobre ninguna postura, aunque sea adecuada y de buen tono.
Mapas y Cartografías
El cuerpo humano tiene su mapa. Un libro de anatomía que cuenta cómo es y cómo funciona “el” cuerpo, no “un” cuerpo. Las personas que deseen iniciar un viaje corporal, irán construyendo sus cartografías, las geografías que reflejen la singular anatomía de sus cuerpos encarnados. Lo interesante del viaje corporal es que el conocimiento no precede al viaje, no es un cuerpo que fue, sino un cuerpo que siempre está siendo en su andadura, en su búsqueda, en la invención de su existencia.
Inventario
El inventario en la eutonía es una guía ordenada para la observación y la autoobservación. Un recurso que propone organizaciones corporales variadas, dinámicas, situacionales. A través de la propuesta de un inventario, el viajero del cuerpo recorre, curiosea y observa qué del mapa aparece en el territorio corporal, se reencuentra con lugares olvidados y descubre nuevos horizontes. El inventario ofrece a la observación del viajero maneras de hilvanar espacios y tiempos, repertorios de lugares, de calidades de tejidos, de direcciones óseas, de ejes y planos, de conexiones. Se presenta como una invitación al viaje, como orientaciones para la búsqueda, como brújulas para guiar en la oscuridad. Los ritmos lentos del inventario van sorteando ritmos cotidianos e internan al viajero en ritmos más cercanos al sueño que a la vigilia.
La quietud como vía regia
El profesional, por lo general, comienza su clase invitando a los alumnos a que adopten una postura cómoda, tal vez recostados en el suelo en decúbito dorsal, con la intención de ir disponiendo los cuerpos a la quietud, al “silencio muscular”, como punto de partida del viaje. En el camino de la quietud y en posturas donde la lucha antigravitatoria es innecesaria, se van creando estados corporales y disposiciones para escucharlos.
En el proceso de ir haciendo silencio en sus cuerpos, las personas van afinando su sensibilidad, al mismo tiempo que producen y aprenden a producir cambios tónicos en sus cuerpos. La quietud permite transitar estados de relajación profunda sin abandono del tono. Por el contrario, la atención está despierta y coloreada por las tonalidades de lo que va aconteciendo. Los roces y el peso de la ropa, los toques con el suelo, las formas corporales, contornos, volúmenes, pesos, ritmos, van adquiriendo consistencia hasta hacerse audibles, visibles, al ojo y al oído sensibles a la propriocepción.
Es posible ir descartando paulatinamente algunos restos de memoria sensorial, de presencia retroactiva, extemporánea, que hacen ruido en la comunicación corporal y dificultan la capacidad de seguir produciendo cuerpo. En este sentido, el profesional tendrá sumo cuidado de no sugerir, de no inducir sensaciones (“lo que la persona debe sentir o registrar”), de no detenerlas para estudiarlas. Su objetivo será el de ayudar, a través de las consignas, a que la persona se mantenga en una actitud abierta para interrogar su cuerpo.
Relajación perceptiva y el tiempo aiónico
Llevar los músculos al reposo, disponer el cuerpo a la quietud y al silencio, producen estados de relajación en los que la sensibilidad está despierta a las mínimas sensaciones que emergen. Llamo a este tipo de relajación, relajación perceptiva.
Con las consignas del inventario, las personas van recogiendo información de sus cuerpos, experimentan cómo varían los toques que reciben del suelo o de la ropa con los pequeños movimientos de acomodación, cómo se modifican las sensaciones de la consistencia de los tejidos corporales, los ritmos, los esfuerzos. A medida que las personas descubren los matices del proceso de sensibilización corporal van descubriendo también que el cuerpo no sólo se presenta de variados modos, sino que además el cambio es posible.
El tiempo del inventario es lento. Tiempo para la vivencia de lo diferente en cada uno.
Como en los navegantes espaciales, en los que la gravedad no ejerce su fuerza de atracción y experimentan sensaciones no comunes para los humanos, en los navegantes de la eutonía sucede lo mismo, pero con el tiempo.
El tiempo cronológico deja de ejercer su fuerza de atracción y permite la aparición de otros tiempos. Algunos autores llaman aiónico a este tiempo vivencial, tiempo sin flecha, de múltiples direcciones.
La observación y la autoobservación
En el trabajo eutónico se van desarrollado, a través del inventario, las potencialidades para la autoobservación de los comportamientos corporales.
La guía que ofrece el inventario constituye una orientación para el viajero. ¿Cómo usa su cuerpo en tal o cual acción? ¿Qué zonas producen más esfuerzos? ¿Cuánto es capaz de eliminar esos esfuerzos? ¿En qué direcciones se organizan los huesos en los distintos movimientos? ¿Qué sentimientos le despierta la quietud, los variados toques que recibe? ¿Cómo registra su forma de concentrarse, de prepararse para el movimiento, de transitar entre la acción y la relajación?
La autoobservación despliega las bases para la observación. En el camino de una mirada introspectiva, centrada en los mensajes que llegan a través de los sentidos (exteroceptivos) y de las posturas, músculos y vísceras del propio cuerpo (propioceptivos e interoceptivos), se va despertando el interés por observar y conocer otras maneras de hacer y de sentir que las propias.
El proceso de autoobservación y de observación, lleva la mirada sobre sí mismo hacia el espacio circundante, donde están los otros cuerpos. Esta dirección responde al concepto de contacto consciente, contacto construido a través de los recursos técnicos de la eutonía. El contacto intentará que las personas, que habían sido guiadas hacia estados de ensimismamiento, de reflexión sobre sí mismas, no queden sumidas en una actitud exclusivamente contemplativa, sino que también puedan ser atraídas por lo que las rodea, contagiadas por las variadas tonicidades que les proponen otros cuerpos y siempre en la búsqueda de la flexibilidad de tono.
Los estares y la producción de corporeidad
Una clase de eutonía resulta muy variada cuando el profesional se deja agenciar por el paisaje del encuentro eutónico. Inmerso en el ideal del dominio del tono, durante el transcurso de una clase, el o la eutonista introducirá consignas que impulsen estados de quietud y otras que lleven a las más variadas formas del movimiento. Así, el profesional diseñará una experiencia inspirada en el conjunto de las propuestas eutónicas, atravesadas, a su vez, por hechos circunstanciales que van desde el horario de la clase, la temperatura y otras características del ambiente, añadidas a las peculiaridades del alumno, no sólo las habituales, sino las de su estar en el transcurso de esa hora del día. A todo este conglomerado se sumarán las preferencias del profesional, que teñirán la clase de su estilo, de su propio estar. Para la ocasión puede sentirse más cómodo y disfrutar con una clase más movida o por el contrario de una más tranquila.
A esta amalgama que se va produciendo entre las singularidades de las encarnaduras de un maestro y de un alumno, en el marco del encuentro eutónico, la denomino máquina de producción de corporeidad.
Una pedagogía del no condicionamiento
Habitualmente el profesional se guía por algunas pautas generales acerca de los inventarios. Para ello escoge sus palabras con cuidado, elige el modo de organizar sus frases, con la intención de no influir sobre las sensaciones que naturalmente emergen durante el proceso eutónico. No inducir las sensaciones, había dicho Gerda Alexander. Ella ilustró este concepto con el ejemplo de consignas inductoras como “sientan que el cuerpo está pesado”, en lugar de consignas que inviten a conectarse con las sensaciones de peso. Esta idea está relacionada con el interés de la eutonía por generar en las personas una sensibilidad abierta, que no juzga las sensaciones, que no está sustentada en la espera de resultados y con una disposición no programada frente a la sensación.
Corolario de esta regla es el principio por el cual se recomienda al profesional que no muestre o ejemplifique con su cuerpo los movimientos que consigna con la palabra, al estilo de algunas pedagogías corporales tradicionales. Las consignas orientarán a la observación de la conducta corporal, a la producción de estados sensibles, a la exploración de movimientos, a la disposición lúdica del cuerpo. Aunque también se requerirá con frecuencia precisión de direcciones y de coordinaciones motoras.
El profesional demasiado pendiente de estas pautas recomendadas para la práctica eutónica puede perder la espontaneidad de sus gestos habituales y adquirir los tics típicos: voz neutra, cuerpo abstinente y relativamente desafectado. Estos criterios no deberían capturar la energía del profesional, sin embargo será conveniente que esté atento. Hay formas sutiles de influir sobre las sensaciones no tan manifiestas como en el ejemplo de Gerda Alexander. Ciertos consejos sabios “por el bien” de quienes asisten al tratamiento, pueden expresarse de modo que produzcan los tan temidos condicionamientos a la sensación de los que el profesional de la eutonía procura huir.