¿Terapia psicológica o terapia corporal?
A las terapias corporales llegan personas afectadas por alguna forma de ansiedad.
Ellas a veces son derivadas por un psicólogo o psiquiatra y vienen diagnosticadas y con algunas precisiones que orientan al analista del cuerpo en su trabajo, pero esto no es lo más usual.
Quizás el psicoterapeuta le informe al analista del cuerpo que el paciente que le envía tiene un “síndrome de pánico” con agorafobia o sin agorafobia, una “fobia específica”, una “fobia social”, un “trastorno obsesivo compulsivo, según las clasificaciones que el psicoterapeuta utilice. Quizás el psicoterapeuta acompañe el informe afinando algún matiz de la ansiedad: persona irritable, agresiva, hostil, violenta, impulsiva, que atenúa la emoción, con afecto inapropiado, con labilidad afectiva, hiperactiva, con actividad motora disminuida, con temblores. Quizás el psicoterapeuta le aclare al analista del cuerpo que esta ansiedad es un rasgo de temperamento, que se trata de una persona asustadiza, hipersensible o de un paciente que sufre episodios límites agudos de ansiedad angustiosa que no persisten más allá del episodio provocador o de una ansiedad flotante libre que le provoca un estado angustioso de causa desconocida o que es más bien una ansiedad situacional, que aparece sólo en relación con objetos o situaciones específicas como en las fobias. Con estos datos, el analista del cuerpo, según la corriente en la que esté inserto, detectará zonas del cuerpo más propensas a enfermar por la ansiedad, zonas hiper o insensibles, con distintos tiempos y modos de respuesta, modalidades de comportamiento corporal que anticipan la aparición de ataques de ansiedad y temores corporales que pueden intensificarlos. Con estas indicaciones por parte del psicoterapeuta, el terapeuta corporal sabría si conviene relajar o estimular el tono del paciente, trabajar más cerca de la piel el del hueso, por ejemplo.
Lo más frecuente es que esto no ocurra y que la persona acuda de modo espontáneo a un terapeuta corporal, aconsejada por lecturas de algún libro de autoayuda y por otro tipo de indicaciones.
Existen algunos estereotipos ya clásicos que nos permiten inferir por qué una persona con ansiedad decide ir a una terapia corporal en lugar de asistir a una terapia psicológica.
Hay gran número de personas que rechazan las técnicas psicológicas, a veces por desconocimiento, por ignorar que frente a un cambio, frente a la necesidad de tomar decisiones, se despiertan ansiedades y que estas ansiedades quizás tengan una intensidad que ellos no puedan manejar sin un tratamiento psicológico y que un tratamiento psicológico es, sobre todo, un buen modo de pensar con otro. Éste es un prejuicio frecuente por el que una persona “ansiosa” caería en una terapia corporal, a la que vivirá como un “o” en lugar de un “y”. Otras veces, lo que la llevará a una terapia corporal es el temor a diagnósticos, a tratamientos farmacológicos o a psicoterapias interminables.
Además, está difundido en el ambiente de las llamadas “terapias alternativas”, que una terapia corporal es “buena para todo” y ¿por qué no? para bajar el nivel de ansiedad de una persona, entendiendo el concepto de ansiedad en un sentido amplio e independiente de cuál es el cuadro más amplio y su intensidad. Prejuicio que conlleva efectos comúnmente no deseados a un tratamiento corporal.
Este desencuentro que se produce entre una terapia corporal y una terapia psicológica, perjudica las posibilidades de intercambio y de enriquecimiento mutuo entre psicólogos, psiquiatras y terapeutas corporales, al mismo tiempo que impide un indudable beneficio a la persona que padece.
El terapeuta corporal en el intercambio con el psicoterapeuta podría matizar sus herramientas técnicas y afinarlas para entender a la ansiedad como la punta de un iceberg que refleja otras trepidaciones del alma corporal y también para descubrir en ella la heterogeneidad de defensas que parapetan a una persona de enemigos variados.
Al psicoterapeuta, el intercambio con el terapeuta corporal, podría darle más sensibilidad para captar en el paciente otros datos “corporales” en la lectura de los síntomas y encontrar nuevas maneras de pensar y relacionarse con el paciente, incluso desde sus propias vivencias corporales. Simplemente porque las registrará y dará un lugar a estos registros en su marco conceptual y de acción.
Pero, al no existir verdaderos puentes entre ambos, la realidad que emerge en el ambiente profesional es la existencia de terapias que parecen oponerse o al menos que no se conectan entre sí. Terapias psicológicas ignorantes y prescindentes de una terapia corporal y terapias corporales comúnmente aisladas y en ocasiones opuestas a otros tipos de terapias a las que podrían complementar. Razón del carácter alternativo de una terapia que debería ser complementaria de otros tratamientos. De este fenómeno participan tanto los terapeutas corporales que pueden sentirse autosuficientes para enfocar los temas que se expresan en el cuerpo y los psicoterapeutas, que no sólo desconocen en gran medida las diferentes posibilidades que ofrecen las terapias corporales, sino que simplifican a las terapias corporales, por lo general la ligan a la relajación, sin discriminar qué terapia corporal podría ser de mayor utilidad para un paciente en particular.
Diferentes tipos de relajación.
La terapéutica recomendada por lo general, tanto en los manuales especializados como en la práctica psicológica y psíquiátrica, son los psicofármacos del tipo de las benzodiazepinas y la psicoterapia de diferentes modalidades. Respecto a las indicaciones de trabajo corporal, he encontrado que para la mayoría de los trastornos de ansiedad se recomiendan ejercicios de relajación.
El tratamiento de relajación que se menciona en los manuales no se describe. Parecería que la relajación fuera un instrumento uniforme y existiera una sola modalidad de ejercitarla. Tampoco se presentan estadísticas, ni se describen casos que muestren cómo los efectos de la relajación han mejorado algunos síntomas. Y tampoco se detallan las contraindicaciones de la relajación, dado que la relajación podría tener algunas contraindicaciones.
En las páginas del Manual de Psiquiatría de Kaplan y Saddok, un libro de consulta de psiquiatras, neurólogos, psicólogos y algunos terapeutas corporales que se interesan en Salud Mental se menciona la aplicación de la relajación en el síndrome de Pánico:
“El entrenamiento de relajación emplea ejercicios para reducir los niveles de estimulación, que pueden ayudar a infundir una sensación de control sobre la experiencia de los ataques de pánico. Se utiliza la relajación muscular progresiva con técnicas de imaginación”.
Es decir, el método clásico de Schultz. En este método, el uso de la imaginación intenta crear o recrear sensaciones placenteras y llevar a los cuerpos a estados de pesadez y a un adormecimiento paulatino.
La frase continúa: “Estos ejercicios pueden precipitar estados de pánico por mecanismos desconocidos en algunos pacientes”.
El texto de Kaplan llama la atención sobre un dato: No siempre la relajación que utiliza técnicas de imaginación es apropiada para pacientes con síndrome de pánico.
¿Existen algunas técnicas de relajación que no utilicen la imaginación, al modo del método de Schultz, es decir, sugiriendo la sensación, proponiéndola?
El método de Schultz es el más difundido en las prácticas médicas y tiene gran eficacia para un cierto tipo de relajación que busca conseguir un cuerpo pesado y disponible para el descanso o el sueño. Sin embargo el cuerpo de la vida cotidiana precisaría de una relajación dinámica, adaptada a las distintas acciones de la vida diaria, hecho que pediría un cuerpo leve, liviano y dispuesto para la acción. Concepto relativo más a una regulación de tono que a una relajación del tipo de la relajación clásica.
Hay una diferencia entre poner atención a las sensaciones que provienen del interior o del exterior del cuerpo (proprioceptivas, interoceptivas, exteroceptivas) y la inducción de la sensación. Decir:; “Sientan el cuerpo pesado”, no es equivalente a decir: “Sientan el peso del cuerpo”, sostenía Gerda Alexander, creadora del método de la Eutonía. Todo su método se asienta en la importancia del registro de las sensaciones, tal como ellas se presentan en cada cuerpo.
La práctica de la exploración de la sensación llevaría a la persona a la discriminación de los ínfimos matices de las sensaciones que emergen de su cuerpo y, en consecuencia, colaboraría con el desarrollo de una sensibilidad más fina, más sutil, que no generaliza, ni estereotipa lo que siente.
Este trabajo sería una propuesta diferente al trabajo que propone la “relajación inducida” y se funda en la creencia de que la inducción de la sensación lleva a las personas a no distinguir entre las sensaciones que siente, las que piensa que siente, las que cree que debe sentir y, en consecuencia, podría contribuir a acrecentar estados de inseguridad, de indiscriminación, de ansiedad, que intenta disminuir.
La exploración de la sensación, a través de una serie de recursos sistemáticos como los propone la Eutonía y otras técnicas, muestra la existencia de una ansiedad que emerge como un estado fugaz, que no se organiza en una forma determinada. Quizás las terapias corporales colaboren para que las personas no se cristalicen en algunos estados y registren los pasajes de un estado a otro o la convivencia de varios estados simultáneos. Los llamados “ansiosos” parecería que no pueden registrar estos matices de su corporeidad.
El rechazo a la medicación. Otro posible aporte de una terapia corporal.
Otro tema de interés que trae el Manual de Psiquiatría de Kaplan y Saddok:
“La prescripción de ansiolíticos obliga a tener en cuenta valoraciones personales, científicas y sociales. Un acento puritano destaca la autosuficiencia y minimiza el significado del sufrimiento emocional. De acuerdo con esta cosmovisión la ansiedad es un signo de debilidad moral y no una enfermedad y se considera que la medicación es el camino fácil. Algunos lo llaman calvinismo farmacológico. …También influye que se exageran las contraindicaciones o dependencias, generando una actitud negativa hacia la medicación”.
El rechazo de la medicación es un clásico de los pacientes que concurren a una terapia corporal y también de muchos terapeutas corporales. Es útil estar atentos a este modo de pensar y al modo cómo se introduce la propia cosmovisión del terapeuta corporal con relación a la temática de los psicofármacos y en consideración a las singularidades de los pacientes y entornos familiares y sociales. Es una manera de no contribuir a generar mayor ansiedad, enfrentando a los pacientes con las opiniones dispares de los distintos profesionales.
Cuando un tratamiento psicofarmacológico puede ahorrar un sufrimiento exagerado a un paciente y éste, temeroso de “dependencias” y “contraindicaciones” o simplemente imbuido de un criterio “naturista”, lo rechaza, la terapia corporal podría generar una disposición favorable para incorporar el medicamento como un aliado y no como un enemigo. No sólo porque a través de un trabajo de conciencia corporal, de sensibilización, la persona aprendería a discriminar aquello que lo daña de aquello que le produce un beneficio, sino porque el cuerpo se va haciendo más dúctil para recibir lo nuevo.
Puentes entre las terapias psicológicas y las corporales.
Si el profesional “psi” conociera la diversidad de recursos que proponen las técnicas corporales y sus aplicaciones terapéuticas, indicaría, al paciente que lo consulta, la técnica adecuada, tanto al padecimiento como al paciente. Así, el paciente podría beneficiarse con un tipo de terapia corporal específico (Feldenkrais, Eutonía, la diversidad de enfoques reichianos, etc.) y no emprendería la búsqueda en solitario, sin el asesoramiento del profesional que lo está tratando, (¿cuál es la terapia corporal adecuada a este momento, a esta patología, a esta persona?). Búsqueda que genera un conflicto difícil de resolver para quien está sufriendo el padecimiento.
Por otra parte, el terapeuta corporal que con frecuencia desconoce las distintas psicoterapias psiquiátricas, farmacológicas y psicológicas y, no sabe hacia donde evolucionan algunos padecimientos, qué patologías de base alojan o cómo tratar a pacientes medicados, por nombrar algunos de los problemas que se presentan en una práctica corporal, contaría con una buena brújula si los psicoterapeutas se abrieran también a estas lecturas.