En este abordaje de la angustia que supone , en cierto modo su elogio. no debe sorprender que me haya pertrechado del humor para avanzar mi enfoque, que no sólo apuntará a señalar la eficacia de la angustia respecto de los oficios, sino también a explorar la especificidad de los oficios ligados a la palabra, una de las grandes alternativas frente a la angustia, ya no como defensa erigida ante ella, sino como intento de elaboración que, sin embargo, no pretende suprimirla.
(Viene una elaboración acerca del humor y del chiste como ganancia libidinal frente a la angustia).
Lo que sigue procurará ser una suerte de introducción a la angustia y los oficios, bajo una forma próxima de la ficción literaria, como género, dotada de un movimiento que va desde la ficción imaginaria a una ficción inventiva exploratoria, movimiento que es a un tiempo el de la interpretación misma -partir de lo imaginario para ir abordando lo simbólico- y el de la cultura, en su diferencia con el conocimiento.
A lo largo de su obra, Freud no cesó de avanzar distintas formulaciones respecto de la angustia.
Resulta curiosos que en ese trayecto de elaboración teórica, una y otra vez volcada sobre estos temas, uno de sus trabajos mayores, “Inhibición, síntoma y angustia” , sea prácticamente contemporáneo de otras formulaciones, en las que el humor aparece como uno de los nombres de la transferencia, en el sentido en que destituye la solemnidad del síntoma y permite resignificarlo.
El humor conjetural es un instante presente, desde donde puede, a la vez, resignificar el pasado y conjeturar el futuro, bajo la forma de una expresión del devenir, en tanto éste se expande en simultaneidad desde hoy hacia ayer y mañana.
Freud define en términos de “angustia traumática”, distinguiéndola de la “angustia señal”, aquellas advertencias y micro-señales de angustia que permiten al sujeto evitar el derrumbe de la angustia automática.
A estas formulaciones le sucederán otras, donde la angustia es fundamentalmente angustia de separación, de castración -o bien angustia ante el peligro de perder el amor del Superyo. Todas ellas remiten muy claramente a la función paterna, entendida como figura hacia la cual se orienta el niño, se da vuelta y tiende la mano para cruzar la calle.
Así es como entre los múltiples abordajes de la angustia que pueden privilegiarse, se sitúa el de este sentimiento que el sujeto experimenta frente a la enormidad del cosmos de donde proviene, o de la muerte hacia la que se encamina inevitablemente, su destino final, esto es, la angustia ante la epopeya de la vida.
La angustia abreva en esa irrenunciable articulación descoyuntada entre naturaleza y cultura, básicamente entre sujeto y cosmos, -tal vez el inconsciente aproxima el apareamiento mayor entre una y otra, en ese umbral que lo funda: la represión primaria.
En este contexto de los inicios desproporcionados, los diminutos ojos de un ser humano primitivo, pensante, confrontados a lo inconmensurable del cosmos. Quizás ya intuía aquello que nuestro contemporáneo Porchia formulara: “Todas las estrellas son dos ojos que las miran”, como una manera de aproximación.
Todo esto ocurrió hace millones de años, los del tiempo cósmico, desde el remoto big, que aun está haciendo bang.
Como las estrellas estaban tan lejos, no inspiraban demasiado temor y la angustia sólo se presentaba como curiosidad, ya que lo inmenso no es angosto -en todo caso, es “ancho y ajeno” e invita a recorrerlo, al menos con los ojos, y luego con algunos cortos pasos, aunque se anden jornadas y jornadas. A la imposibilidad de recorrerlo vino a dar respuesta, primero, el intento de domesticación antropomórfica, vía la creación de dioses “a la imagen y semejanza”, seguida por la elaboración de los saberes, que dieron origen a la astrología antes que a la astronomía. Así, la serie va de la mitología a la mística, de la épica a la poética, del pensamiento conjetural a la filosofía.
El hombre fue dibujando dioses; accediendo a la idea de Dios, domesticando infinito y a su turno, domesticado religiosamente por su creación divina. Ya casi ayer los griegos fueron los campeones olímpicos de las proporciones, haciendo de lo enorme lo grande y con las medidas sentaron las bases de los oficios. Estas leyes del oficio fueron haciendo ley y transmutaron los estilos primitivos en oficios básicos.
Por supuesto, esto no bastaba. Tuvo que venir el héroe romántico, poniendo en juego su propia desmesura, su ilimitada limitación. Él transgredirá las leyes del oficio y se enfrentará a lo imposible. Por la grieta dada entre las reglas de los oficios y la transgresión ocurrida pasará la solución creativa o la arbitrariedad. Es necesario estar atento.
Cuando hablo de los griegos o del héroe romántico, no aludo a la época cultural, histórica y del romanticismo, sino a algo de la condición humana, que siempre existió.
A un primer estilo explicativo, entonces, el de los mitos y épica con sus dioses, semidioses y hombres, con sus guerras, sus amores, y su muerte, sucedió el pensamiento conjetural que avanzaran los incrédulos, resistiendo a los excesos de la mitología y de la épica. Podemos conjeturar que esta advino poesía y poética, tal vez cuando en alguna esquina del épico guerrero se cruzó con la sonrisa del buen amor, aproximando la juglaría. Por otra parte los quehaceres cotidianos inventaron herramienta, y también se experimentó en busca de su perfeccionamiento. Se abrió así la tecnología que habría de evocar el pensamiento hacia la ciencia y las disciplinas epistemológicas.
¿Dónde ubicar el psicoanálisis en este recorrido? Contándolo entre los oficios fundamentales -mística, poética, filosofía (amor al saber), epistemología-, el psicoanálisis se sitúa, en tanto ciencia del inconsciente, entre epistemología y filosofía. Por otra parte quienes ejercen estos oficios -básicos-, oficios de la palabra tiene su quehacer estilos, intereses que se corresponde a los distintos otros oficios. Algunos psicoanalista, por ejemplo, están más corridos a la filosofía o a la epistemología, también a la poética e incluso próximos a la mística.
Psicoanálisis de la Externidad
Fernando Ulloa, Octubre 1997
El término externidad está aquí jugado con intencionada ambigüedad para facilitar la presentación de una práctica psicoanalítica en ámbitos distintos al dispositivo en el que tradicionalmente se fue poniendo a punto el manejo clínico de la neurosis de transferencia…
…Suele hablarse de análisis institucional para estas prácticas, con el inconveniente de limitarse a comunidades fuertemente instituidas (sin duda las que con más frecuencia son abordadas) sumando además el riesgo aun mayor, para una perspectiva psicoanalítica, de estar podando -en general a sabiendas- el término psicoanálisis que habrá de quedar reducido a un impreciso análisis…
…La experiencia con este balancín me lleva a proponer que si un analista pretende afirmarse como tal en campos de la exterioridad, deberá atender sus propias interioridades. Es decir afirmarse en si mismo como sujeto del psicoanálisis…
…Comenzaré consignando que el ocuparse clínicamente de la numerosidad social no es algo de por sí inherente al psicoanálisis en tanto disciplina sino que depende de la vocación personal de alguien interesado en estar analista en esas condiciones. Suelo repetir con frecuencia que ser psicoanalista es sólo un rumor por más antecedentes y títulos que se tengan, se trata de poder o no, estar psicoanalista cuando es pertinente estarlo.
De un psicoanalista que responda vocacionalmente a estas cuestiones puede pensarse que más que trabajar en la ciudad, lo hace en su ciudad; un ciudadano psicoanalista con aires franceses, los de los tiempos de la antigua revolución, a quien no le son ajenos ni los asuntos sociales, ni los riesgos de aquellos aires…
…Diré entonces que al menos en mi caso, esta vocación política es vocación controvertida nada cómoda, como corresponde a todo quehacer de esta índole tan referida al malestar de la cultura e incluso al malestar hecho cultura. Una vocación que con frecuencia muestra su eficacia psicoanalítica más que en la exterioridad social, en una manera de operar el psicoanálisis en la interioridad de la neurosis de transferencia tal vez por el beneficio de haber sido tocado por lo real de aquellas exterioridades.
Encuentro suficientemente importante esta “interioridad vocacional” frente a la exterioridad social como para animarme referir brevemente algo de mi experiencia personal al respecto en este campo. No cabe duda que tuvo fuerte gravitación en mi desempeño mi contemporaneidad participativa en los inicios de estas prácticas en la Argentina, impulsadas por Enrique Pichón Rivière. Una vocación que fue encaminándose casi exclusivamente a los ámbitos institucionales que habito: hospitales, escuelas, a su tiempo organismos de Derechos Humanos, y de una manera no excesivamente frecuente, pero de importancia como experiencia, mi práctica en y con instituciones psicoanalíticas, tal vez por aquello de que el psicoanálisis institucional empieza, como la generosidad bien entendida, por casa…
…Es frecuente la existencia de un mito fundacional en aquellas vocaciones que luego alcanzan un marcado desarrollo. Para el caso este lugar puede ser ocupado por lo que a fines de la década del ’50 se conoció como la “experiencia Rosario”…
…Posteriormente a la experiencia Rosario participé en el equipo que procuró recuperar conceptualmente todo el suceso. Un tiempo después organicé, desde mi propia cátedra de Psicología Clínica de Adultos, el primer seminario universitario del que tengo noticias, que intentó abordar conceptualmente lo institucional desde la clínica psicoanalítica. La experiencia me animó a tomar a mi propia cátedra de Psicología Clínica como un campo de análisis institucional incluyendo no solamente a los docentes sino también a los alumnos…
…Personalmente fue un período donde consolidé mi experiencia clínica en ámbitos colectivos, algo que con los años me daría mayores posibilidades para sostener el abordaje psicoanalítico de esos campos.
En estos intentos resultó fundamental ajustarse al principio de pertinencia -una antigua idea de Pichón Rivière- del mismo modo que en un dispositivo tradicional psicoanalítico el operador se ajusta a la abstinencia. La pertinencia es función del proyecto y de la tarea principal que desarrolla cada institución abordada clínicamente. No diría, en cambio, que la pertinencia guarda la misma relación funcional con las pautas culturales de una institución, más bien suele suceder lo contrario en tanto no retroceder frente al posible carácter sintomático de las mismas…
…Concomitantemente fui acumulando alguna experiencia en el abordaje de la institución psicoanalítica. Salido de la APA -con el grupo Documento- tuve oportunidad de realizar varias intervenciones en distintos organismos psicoanalíticos de diferentes tendencias que afianzaron aquello del comenzar por casa, algo que no alude solamente a lo que literalmente dice, sino que destaca el beneficio de contar con un propio recinto institucional donde procesar la información clínica recogida en la numerosidad social, así como la proveniente de las propias implicaciones que inevitablemente comprometen transferencialmente a un operador, de manera especial cuando trabaja con ámbitos colectivos.
En este sentido el recinto es una herramienta básica para implementar el pensamiento clínico psicoanalítico frente a la numerosidad social, un ámbito doméstico con la dignidad del domus (domicilio) conceptual y metodológico…
…La idea de recinto es interesante porque permite delimitar un ámbito institucional por lo que ahí no se dice, por lo que se calla. Es que la palabra siempre tiene un valor de estrategia, aun en la clínica. Es por eso que un recinto está limitado por lo que se habla en los pasillos y no en el ámbito mismo; idea que alguna vez le escuché a Alejandro Ariel…
…Quiero ahora referirme a otro tipo de interioridad que bien puede definirse como la capacidad de propio análisis de un analista trabajando en campos habituales o en las circunstancias a las que nos estamos refiriendo. Se trata de una condición irrenunciable para toda persona que ha arribado a los fines de un análisis. Es claro que aquí, cuando hablo de propio análisis, me estoy refiriendo a esa capacidad de lograr que el psicoanálisis pase por el operador cuando las condiciones hacen difícil que opere sobre el campo.
No resulta fácil presentar en la brevedad de este artículo, el arduo asunto del propio análisis. Lo he hecho en extensión en un capítulo de mi libro “Novela clínica psicoanalítica” (Paidós). Prefiero el término propio análisis que el más usual autoanálisis con su inevitable connotación autoerótica. El propio análisis siempre supone un “efecto interpretación” promovido por el entorno, incluso por los efectos que sobre ese entorno a provocado el operador desde una clínica psicoanalítica que no desdeña su condición de proceder crítico. Sabido es que un proceder crítico debe ser eficaz sobre el campo pero en primer lugar sobre el propio crítico. Desde esta perspectiva puede pensarse de un psicoanalista, abordando las estructuras sociales, habrá de producir un “psicoanálisis crítico de la numerosidad social y un propio análisis del sujeto”. Esto parafraseando el clásico freudiano “Psicoanálisis de las masas y análisis del yo”.
Aclarada en parte la idea de propio análisis comenzaré consignando que el primer obstáculo con que se encuentra un psicoanalista enfrentado con la numerosidad social, tiene un carácter paradojal dado que en general este psicoanalista es convocado o tal vez solamente tolerado por ese campo, pero no es demandado en sus funciones específicas en lo atingente a las herramientas de interpretar…
…El propio análisis acrecentará el registro de lo que está aconteciendo en esa paradojal situación…
(Algunos párrafos extraídos del artículo total)
Del libro de Hernán Kesselman, “La Psicoterapia Operativa” (dos volúmenes) I. “Crónicas de un psicoargonauta” y II. “El Goce Estético en el de Curar.”, Editorial Lumen-Hvmanitas, Buenos Aires 1999.