No copiéis los ojos.
Dziga Vertov
Frase enigmática: no copiéis los ojos, bate con el espíritu de este ensayo.
Freud, en 1908″, se lamenta en La moral sexual cultural y el nerviosismo moderno: “… un lujo inaudito se ha difundido por todos los círculos de la sociedad, la irreligiosidad, el descontento y las apetencias han aumentado, merced al intercambio que ahora alcanza proporciones inconmensurables, debido a las redes telegráficas y telefónicas que envuelven al mundo entero. Todo se hace con prisa y agitación; la noche se aprovecha para viajar…”
Redes telefónicas y telegráficas reticulan Europa. Freud instala su teléfono en Berggasse y percibe que la agitación del joven siglo XX comienza a modificar la subjetividad del planeta. Vamos a tratar de los cambios en este siglo, inclusive los cambios que el psicoanálisis operó en nuestra subjetividad y viceversa. Buen momento para hablar, al celebrarse, justo en este mes en que, hace un siglo, la carta de Freud carta renunciando a “su Neurótica”, carta que opera como certificado de bautismo del psicoanálisis.
Valery escribía en 1934:
“El agua, el gas, y la corriente eléctrica vienen desde muy lejos para satisfacer nuestras necesidades, mediante un esfuerzo casi nulo; en un futuro próximo seremos alimentados por imágenes visuales y auditivas que nacerán y desaparecerán al toque de un botón…”.
Valery anticipa el universo zapping actual. Este universo, con su aceleración virtual, marca nuestra subjetividad.
Primero fue la Rossetta, luego la imprenta, ahora el Hipertexto, mojones que se suceden en la historia de la cultura, multiplicándola…
… átomos del sentido se pierden en el espacio, en el hiperespacio. Naufragamos en los océanos fantasmáticos de la World Wide Web.
Tanto se puede hablar – según Baudrillard –que lo real devora a lo imaginario, como pensar que lo imaginario devora a lo real.
La palabra clave actual se llama “simulación”. Su mejor ejemplo es un partido de fútbol televisado en vivo y en directo. Esta simulación, que es una réplica de la realidad, supera la realidad en la medida en que la completa ya que repite los goles, lentifica una jugada dudosa, hace replay y congela la imagen. Árbitro que juzga al árbitro – eso tiene un nombre: hiperrealidad, la hiperrealidad transforma el espectáculo. Cámara lenta, cámara veloz, candid camera. Virtuosismo virtual.
Existe un elemento de exaltación en la simulación que lleva a Baudrillard a decir que la Simulación es el éxtasis de la realidad. La simulación, como la mula, seria un híbrido resultante del casamiento de lo real con lo imaginarlo. Esa mula asusta al filosofo de la catástrofe: “Con la simulación todos los acontecimientos reales se suceden en una relación perfectamente extática, el sea, en los rasgos vertiginosos y estereotipados, irreales y recurrentes, que permiten su encadenamiento insensato e ininterrumpido”.
Tal vez no sea una mula. “Lo real – Baudrillard continúa – no se borra en favor de lo imaginario, se borra en favor de lo mas real que lo real, lo más verdadero que lo verdadero – como la simulación”. Como dice Ballard: “La ficción ya existe, tenemos que inventar la realidad”.
… La era del zapping, eso sí, modifica muestro viejo imaginario clásico. Calculo que asisto, diariamente, de 5 a 6 horas de TV e Internet. Este bombardeo ha trasformado mis sueños. Si antes soñaba como, digamos, Fellini (en mis mejores momentos), ahora sueño como un clip de Michael Jackson. Spots visuales fragmentados, esquizoides, despampanantes. Hace poco soñé que mi sueño, mejor dicho, que mi pantalla de los sueños era triturada por un schreader, es decir, por ese aparato industrial que procesa la basura en tiritas. Y todavía peor, la semana siguiente soñé que estaba en un supermercado y la escena se había detenido y yo, impaciente, esperando que viniera el schreader para schreadificar mi sueño. Todo eso me remite a la metáfora inicial de Freud cuando dice, en el “nerviosismo moderno”, que ahora se viaja de noche. Repito, soñamos diferente, del mismo modo en que ya no escribimos como antes, ni leemos, ni escuchamos como antes. Pero no nos damos cuenta, creo.
Hace mucho, mucho tiempo, en 1945, escribí mi primer ensayo analítico sobre “Cine y Sueño” en el que trazaba analogías entre el blanco y negro en el mundo del celuloide y en el de la pantalla de los sueños.. En la discusión del trabajo en la APA, recuerdo que Angel Garma pontificó: “Solo las mujeres menstruando sueñan en colores (!!!). Palabra. Nadie rió. Lo interesante es que nadie en la época hablaba de sueños en colores. Eran raros De ahí que sostenga que fue el technicolor que introdujo el color en nuestros sueños. Reparen que Freud, solo una vez soñó en color.
Por qué el technicolor si la realidad es colorida? Creo que ahí entramos en el dominio de la pantalla. Tenemos la pantalla de los sueños, del cine, la pantalla escénica del teatro, la del televisor, la de la computadora; pantallas que separan el si del como si, la realidad de la ficción. Volviendo al technicolor, creo que el sueño en colores es una innovación técnica en el aparato onírico. Esa pantalla antes separaba el mundo de verdad del mundo de la ilusión. Ahora la cosa se complica, ejemplo, la alta simulación, los juegos interactivos, la realidad virtual.
Eso nos lleva a Lacan que dice:
“Se ha fundado un entero sistema metafísico sobre la geometría y la mecánica, buscando en ellas modelos de comprensión. pero me parece que hasta hoy no se ha aprovechado enteramente el modelo óptico”. Lacan fue el mago de la ciencia de los espejos. Estamos en la era de la Imagen. La imagen virtual.
El RSI es la vía regia psicoanalítica que nos permite entrar en el debate filosófico de la pos-modernidad. Y aquí preciso de vuestra ayuda, yes SIR. En este mundo acelerado y fragmentado cabe preguntarse si los registros de lo real, simbólico e imaginario son los mismos que el RSI de 1970. Creo que el nudo se ha aflojado de una forma vagante y extravagante. Estamos en la galería de Espejos del Parque Japonés. Es RSI el SIR?
Acontece que la nueva lógica de la tecnología informática con la simulación, la modelación, el cálculo y la interactividad modifica la topología del imaginario. Tal vez este sea el cuarto nudo del que habla Philippe Julien.
Volvamos a no copiéis los ojos. Esta la frase de Lorca Soy un pulso inverso que mira las cosas desde el otro lado.
¿De qué lado? Pienso en Freud cuando define al yo como un yo corporal, como la proyección de una superficie. El yo es superficial, cubre al ello psíquico como Freud dice en el Yo y el Ello. En el Análisis Profano, Freud dice: Suponemos ahora que en la superficie más externa de este yo se encuentra una instancia especial, directamente vuelta hacia el mundo exterior; un sistema, un órgano, cuyo estímulo produce el fenómeno, al que damos el nombre de consciencia. Este órgano puede ser estimulado tanto desde el exterior por los estímulos del mundo externo, que llegan a él con ayuda de los órganos sensoriales, como desde el interior por las sensaciones surgidas en el ello o los procesos desarrollados en el yo.
El yo es una piel, una membrana, una fase interactiva.
Y aquí entre el pulso inverso del que habla Lorca. En la segunda mitad de este siglo la piel se ha dado vuelta. Hace 30 años me encontré con un amigo en la calle Florida. Ese amigo está hoy aquí, en el auditorio, es Hernán Kesselman. El tenía una linda camisa rosa, pero con la etiqueta del lado de afuera. – Tenés la camisa al revés – le dije -. – No, ahora es así.
Era la primera vez que veía una etiqueta del lado de fuera. Hoy en día parecemos el Hombre Ilustrado de Bradbury o el Libro de Cabecera, y no solo los pilotos de la Formula Uno o los jugadores de futbol. Los tatuajes y las insignias están de moda entre los adolescentes. (Antes de la segunda guerra, los tatuajes se encontraban entre marineros y presos – es una moda muy reciente). En este mundo que Lacan considera de omnivoyeur, en este mundo zapping de los mil ojos televisivos, el adolescente se tatúa, como dice Rebeca Hillert, para no ser visto.
No copiéis los ojos.
Frente al paisaje lunar que Baudrillard y Virilio pintan, tenemos otra versión, contrastante, en la predica de Paul Levy. Él considera el momento actual alarmante pero promisor. Levy reconoce que la aceleración actual es rápida y des-estabilizante y concuerda que “la invención de una nueva velocidad – tecnológica, cultural, demográfica y económica – se deteriora fácilmente en una simple aceleración”.
Pero considera que la virtualidad del hipertexto – paradigma de lo virtual – engendra condiciones de creación en una nueva dimensión. Siguiendo el pensamiento deleuziano, él señala que la multiplicación contemporánea de los espacios, típicas del hipertexto, nos hace nómades en un nuevo estilo, propio del Hombre Hipertenso saltando de red en red. Los espacios se bifurcan a nuestros pies, forzándonos a la heterogénesis.
Lacan tuvo el primer contacto con Joyce en 1923 cuando, junto con Bretón, asistió a la lectura del Ulises, en la librería Shakespeare & Cía. Gran descubrimiento que precede de un año su primera lectura de Freud. Cincuenta años más tarde Lacan redescubre Joyce de una forma fulgurante. El Joyce de Lacan es el Schreber pero también el Moisés de Freud. Para Lacan, Joyce se redime con la escritura, rompiendo con la estructura del inglés, creando una lengua fundamental inédita.
Finnegan’s Wake dramatiza la desconstrucción y reconstrucción necesaria de la lengua en un mundo donde gramáticas y retóricas multisémicas, junto con un modo enteramente nuevo de organizar y transmitir la información y conocimiento revolucionan lo dicho.
Lacan y Joyce, ambos anticipan la realidad virtual, la gran y peligrosa epifanía – para algunos maldita – del nuevo milenio.
Joyce sinthome es el síntoma virtual de Lacan.
“No soñamos. Somos soñados” Michaux
La aceleración del hombre en el fin de milenio lleva a lo que Philippe Julien llama psicosis normal, cuya expresión es el pánico.
Discurso e imagen se funden en una nueva figura de expresión que la palabra “audiovisual” ya no cubre, convirtiéndose en puntos nodales de una praxis y de un episteme, tecnológicamente ensamblados, modificando radicalmente las reglas de juego del imaginario. Son las reglas de la simulación, anticipadas por Joyce.
Y está la historia.
Baudrillard, Virilio, Canetti, como vimos, postulan que la historia paró, la historia llegó a su fin. Idea majestuosa, napoleónica, que tiene un pedigree filosófico, comenzando con Hegel y Kojeve. Esa inexistencia lleva a una consideración que estimo importante y se reduce a una pregunta: ¿la historia dejó de existir o ella nunca existió? A partir de Freud y de un pasaje de la Thalassa de Ferenczi, Lacan afirma que “La relación sexual no existe”, la relación sexual nunca existió. No será, entonces, que recién ahora vislumbramos la inexistencia de la historia. La historia, como el Emperador, está desnuda.
La información inventa el acontecimiento, como en aquella película de cine verité donde el cameraman le pasa al monje budista los fósforos para que se transforme en pira humana. Cuanto más nos acercamos a la supuesta realidad, mas nos alejamos. Cuanto mas nos acercamos al tiempo real del acontecimiento, en el sentido analítico del tiempo, mas caemos en el espejismo de lo virtual. Lo virtual no tiene après-coup. O será que tiene?
(Desgrabación del cassette con la conferencia pronunciada el 8 de noviembre de 1997 por el Dr Emilio Rodrigué, traducción autorizada por el autor en el marco de las Jornadas “Del Padecimiento a la Creatividad” celebrando el 30 aniversario de la Fundación C.I.A.P. de Buenos Aires y en homenaje a su fundadora Lic. Isabel Calvo.)
Del libro de Hernán Kesselman, La Psicoterapia Operativa (dos volúmenes) I. Crónicas de un psicoargonauta y II. El Goce Estético en el de Curar., Editorial Lumen-Hvmanitas, Buenos Aires 1999