Paisajes

El grupo como máquina de producción de las diferencias El grupo como suma de sujetos es también una utopía a alcanzar. En el desorden de sus caos retornan siempre las diferencias, al repetirse, sin cesar, las transferencias. El contacto y las distancias óptimas –proxemias–, que se desarrollan entre los cuerpos del grupo, parten y producen reglas para ordenar el caos inicial. Son reglas de auto seguridad de carácter finito y limitado, ya que rigen hasta la aparición de los próximos acontecimientos que dejan proliferar lo caótico que había sido sujetado. Hay cuerpo grupal más acá y más allá de las pieles que envuelven cada cuerpo. Hay una fenomenología molar, que habla de vínculos inter e intra subjetivos, que habla de cuerpos que se relacionan asumiendo roles: el padre, el médico, el empleado, etc. Podemos hablar aquí de un mapa corporal que cada sujeto tiene de su propia geografía (esquema corporal), su autoscopía y desarrollar provincias y capitales para niveles éticos, estéticos, radioscópicos, políticos, de su anatomía. Pero hay también una fenomenología molecular que habla de conexiones de energías, sonidos, gestos, periodicidades, frecuencias, ritmos e intensidades, que hacen masa entre sí para producir una subjetividad corporal que no puede ser encerrada en jaulas de palabras diagnósticas, pero que pueden crear un título como lo tienen los poemas, las esculturas, los cuadros, las músicas, en fin, las obras de arte. | 14/05/2012

El cuerpo grupal Hay que distinguir lo grupal como nivel y dispositivo analizador, del grupo como fenómeno de observación y trabajo. Y también el cuerpo grupal, como producto de una máquina abstracta de producción de sentidos del grupo inscripto en la singularidad de cada cuerpo. Desde esta visión la búsqueda de un grupo como certeza es sólo una ilusión, es como un sueño desde el que al fin al cabo se despierta. Hay una corporeidad sin sujeto que está más acá o más allá de los cuerpos agrupados, que es indómita y pugna por manifestarse en cada latido del acontecer grupal. | 14/05/2012

Agenciamiento Aún en el campo virtual los cuerpos se conectan. Se producen máquinas abstractas que fabrican una energía libidinal, el deseo, que puede llegar a coincidir con la necesidad, en acciones que desprograman el mito de la resignación para inscribir, en las conexiones por agenciamiento de unas gentes con otras, el imaginario social de la resignificación. Desde allí no sólo se podría sobrevivir a la caída en el abismo, sino cada vez vivir mejor. En los agenciamientos, conexiones de gentes con otras gentes, los cuerpos piensan mientras actúan. No es ya pienso luego existo, luego actúo, ni actúo y luego reflexiono, el único camino. El agenciamiento no opone el hacer masa entre los cuerpos a la reflexión. Los agenciamientos proponen una línea de fuga contra la genuflexión a las creencias dominantes de que no hay más salidas que las que formulan los axiomas del mercado socioeconómico. Captan los rugidos del social histórico y los hacen sobrevolar panorámicamente sobre la ciudad de las anécdotas ocasionales. No más lo social, más allá de las paredes donde se trabaja con un grupo de personas, porque lo social circula por el entre de esos cuerpos y atraviesa transversalmente los espacios desmeritando los adentros y los afueras. | 14/05/2012

Multiplicación Dramática y Eutonía: la ilusión de un encuentro La Multiplicación Dramática al desestabilizar la tonicidad producida en situaciones más estructuradas –cuerpos “en regulación tónica” que no toman demasiados riesgos posturales como ocurre en la experiencia eutónica- facilita la creación de estados ricos en sensibilidades emergentes, capaces de atravesar situaciones complejas. La armonía, la integración corporal, la neutralidad que persigue la Eutonía, deja libres asimetrías, desequilibrios, distonías, disrritmias, flujos aprovechables en el campo escénico. Allí las personas se prueban en actos desequilibrantes y distónicos que aportan a las representaciones escénicas, pensamientos y sentimientos tal vez distintos de aquellos que aporta el mandato de equilibrio y armonía. La Eutonía, por su parte, favorece la producción de estados de conciencia no habituales en el ejercicio del Psicodrama y dispone a otras sensibilidades. A través del Inventario corporal, la persona realiza un recorrido minucioso por zonas del cuerpo y viaja por diferentes tejidos corporales con la intención no sólo de registrar sino de crear estados. Algunos aprendizajes resultan interesantes al ejercicio de la Multiplicación: el aprendizaje corporal acerca de qué es central y qué es periférico, la tonicidad para generar estados sensibles a resonar en lenguajes escénicos. Es habitual que mediante la Eutonía se ensayen caminos hacia la inmovilidad, la quietud, la lentificación de los ritmos corporales, por lo general en posturas en las que no es necesario el esfuerzo antigravitatorio y en las que el cuerpo se predispone a un tono bajo y a un enfriamiento progresivo. El “estado de enfriamiento” favorece aperturas de la sensibilidad para la autoobservación y la experimentación. Llamamos enfriamiento / cooling a este estado a través del que se va gestando una corporalidad abierta a la invención de nuevas conexiones y capacidades perceptivas. El enfriamiento es una innovación respecto del tradicional caldeamiento / warming, en Psicodrama y Multiplicación Dramática. Las preparaciones habituales por lo general tienden a consignas que buscan provocar mucha movilidad e intensidad en los integrantes de los grupos. Por el contrario, el cooling consiste en suministrar al grupo consignas de autoobservación personal y vincular de baja intensidad, más cercanas al campo de la percepción, de la sensibilidad muscular, del diálogo tónico, del tono emocional, de la reflexión. Ambos pueden ser caminos de preparación para la producción de escenas (skenopoiesis). | 14/05/2012

LA VIDA POR PICHÓN RIVIÈRE Pichón, a diferencia de Goldenberg, era una especie de bohemio, de padre satírico, diablo geminiano, hombre de la noche, con mucha calle, con mucha vida, que había sufrido mucho, que había gozado tanto como había sufrido, que no se compadecía de sí mismo porque sentía que valía la pena lo que había sufrido por todo lo que había gozado; que enseñaba no sólo en las aulas, sino también en las cervecerías, comiendo juntos una pizza (“el club del estaño”, como él le llamaba), que decía que más que en el consultorio, se aprende en la calle, en las canchas de fútbol, en el grupo familiar, donde está la gente, en el café, ahí se aprende la Psicología Social; que decía que el lenguaje académico es interesante pero deforma cuando forma. Yo lo conocía como una figura mítica que había diferenciado las oligotimias de las oligofrenias, que junto a psicoanalistas como Bleger, Ulloa, Liberman, mi otro supervisor en la APA y Rola, había hecho recientemente la “experiencia Rosario”, para difundir en forma intensiva su teoría de los Grupos Operativos. Experiencia fundacional de la que no participé personalmente, pero que sentía como propia y él era, junto conmigo, Goldenberg y otros pocos, uno de los becarios conductores que experimentó en el Neuropsiquiátrico la droga que yo investigué en Lanús como becario para los laboratorios Geygy, la Imipramina (Tofranil), antes que fuera lanzada para su suministro autorizado en hospitales y en privado. Cuando me enteré que él se la suministraba no sólo a los pacientes asistidos por su depresión, sino simultáneamente a todos los integrantes del grupo familiar (ya que decía que la enfermedad es grupal, pero su portavoz – paciente identificado – es un integrante especializado de la familia, por lo general), me deslumbró con esa experiencia inaudita. Así que pude conocerlo de cerca , por primera vez comiendo “accidentalmente” a su lado, en una cena de trabajo de los equipos investigadores. En algún momento él me preguntó : – ¿Y vos, pibe: cómo te llamás, quién sos, qué hacés?. Yo le dije quien era y que trabajaba con Goldenberg en Lanús. – Si, bueno – me dijo – ¿pero con qué corriente de la psiquiatría y de la psicología te identificás?. Le contesté con orgullo y pretensión de deslumbrarlo : – yo soy ecléctico. -¿Cómo ecléctico? – me volvió a preguntar. Yo le dije :- sí, ecléctico entre la Fenomenología y el Psicoanálisis. Me miró sonriendo tristemente y me dijo con sorna feroz : – ¡pobre! ¡pobre pibe ! ¿vos sabés qué purga describe el Dante para los que en vida han sido eclécticos? – me volvió a preguntar. – No – respondí. Y me dijo : – el castigo de correr toda la eternidad detrás de una bandera sin poder llegar a alcanzarla nunca!… Y yo sentí que en ese momento se relativizaban todas mis certezas, todos mis logros, todos mis privilegios tan ardua y tempranamente conseguidos. Y ese contacto con Pichón fue para mí importante, porque así nomás como lo conocí, ya lo seguí. Yo venía de ser un ‘buen chico’ progresista, moderado, ecléctico y cambié de modelo. Lo seguí despacito por las noches por donde anduviera: por las librerías, los cafés, las reuniones, las charlas y tertulias, los momentos de estudio y soledad, que es donde a veces se encuentra el hombre ; la política, el compromiso social. Pichón fue un pensador socrático, un marxista peripatético y, como buen bohemio, su lucidez no se agotaba en el momento en que empezaba a escribir. Algunos dicen que Pichón no escribió mucho y no es cierto, escribió numerosos artículos y tres libros. Lo que pasa es que sus ideas iban más rápido que su puño y que su letra y su autocrítica feroz y su autoironía le indicaban que lo que iba a escribir ya era pasado y ya era criticable por él mismo. Pero sembró ideas como semillas al viento para los destinatarios que tuvieron el privilegio de escucharlo. Y eso hizo que realmente haya muchos psicoanalistas argentinos – y de otros lugares del mundo – que no tengan un libro publicado, cuyo germen, cuya idea fundamental, no haya sido suministrada gratuita y generosamente por Pichón Rivière. Pichón habló en la calle y en la tertulia, transmitió de boca a boca ese pensamiento que está inscripto en la mayoría de la gente que ha escrito libros en nuestro país y en otros países, sobre el concepto de Grupo Operativo, de Vínculo e Interacción que trajo Pichón a la Psicología Social. La Revista que co-fundé en Madrid en 1976: ‘Clínica y Análisis Grupal’, no tiene un solo número que no lo mencione central o colateralmente. Así desarrollé el Psicodrama Operativo, producto de un trabajo continuado por muchos años con Pavlovsky y Frydlewsky, y en el que las ideas de Pichón (“la vivencia estética permite el pasaje de los siniestro a lo maravilloso) han confluido con las del Psicodrama trayendo a éste una nueva configuración. Luego de marcharse Fiasché, y tras algunas crisis personales serias y quebrantamientos en la salud de Pichón, formamos con Bauleo, Bleger y Ulloa un equipo para reflotar la solidez de la Escuela, único fortín de Enrique. Como Bleger y Ulloa estaban absorbidos por sus cátedras en las carreras de Psicología, Clínica Racker y otras tareas institucionales intra y extra APA, Bauleo y yo encabezamos el movimiento soporte de la Escuela de Pichón, ayudados por los antes mencionados y hasta en alguna ocasión, por la negra Aberastury, Rolla, García Reynoso, López, Liendo, Teper, Taragano y otros. Con Bauleo y Ana Quiroga realizamos junto a Enrique su gira por Londres, París, Venecia y Roma, que sería su despedida y que recordé cuando le escribí la carta desde el exilio en Madrid para el homenaje que en 1977, en el Teatro Payró, le hizo la intelectualidad “con y sin calle” el día que cumplió setenta años, en un acto que los que resistían heroicamente en el insilio titularon: “Al troesma con cariño”. | 14/05/2012

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