1. Reflexiones preliminares
El término somatopsíquico -a falta de otro mejor- expresa la idea de que existen conexiones entre los padecimientos físicos y psicológicos. En la literatura sobre el tema, las patologías dermatológicas, digestivas, respiratorias, cardíacas, de estrés, se asocian con estados psicológicos y emocionales que plasman de formas variadas en las personas. Nadie niega esto ya, pero por tratarse de configuraciones complejas, surge una pregunta lógica: ¿quién o quiénes deberían tratar a estos pacientes que usualmente son tironeados entre los médicos de diferentes especialidades y alternativos, por profesionales del campo psicológico, por corporalistas de diversas corrientes. El trabajo en equipo permitiría una visión más amplia de estas problemáticas, pero salvo en pacientes internados para quienes la interconsulta es una obligación ética, con el resto es arduo hilar más fino estas conexiones. Por lo general, es el mismo paciente el que debe establecer nexos juntando los pedacitos de aportes de cada profesional. No es infrecuente que los que acuden a un corporalista vengan con el paquete atado. Que apenas los interroguemos sobre el motivo de consulta nos digan, por ejemplo, desde que mamá murió me pasa tal cosa, o desde que mi hijo se fue de la casa me ocurre tal otra, o la primera vez que sentí esto fue antes de iniciar mi nueva actividad, lo que se conoce como datación del síntoma.
A veces la tarea del corporalista es hacer menos fuerte el nudo del paquete para que puedan ser considerados otros aspectos de la novela corporal. No olvidemos que la persona que nos consulta trae siempre bajo el brazo una novela corporal. Considerando que vivimos en un país donde el psicoanálisis en todas sus expresiones tiene gran desarrollo, lo que debemos combatir más que la disociación, es un cierto modo estereotipado de asociar lo corporal a lo mental.
2. Una pizca de historia
Desde que comencé a entrenarme en los abordajes corporales, primero en bioenergética y luego en eutonía de Gerda Alexander, lo hice desde la convicción de que las terapias corporales me permitirían establecer un puente entre lo mental y lo corporal. Yo venía de una disciplina en la que no se cuestionaban ni las conexiones ni las disociaciones entre lo corporal y lo mental. Simplemente no existía el tema. No entra dentro del régimen de afectación de una profesora de literatura el lenguaje (y la expresión) corporal de sus alumnos. Su tarea es que éstos conozcan a los escritores significativos, pero sobre todo que lleguen a afinar el olfato y el gusto por la lectura. Quizás se trataba en aquel momento de que no se disociara entre la lectura y la escritura, pero el cuerpo no era interrogado en su sensibilidad. Muchos años después de mi actividad como profesora en escuelas secundarias llegó a mis manos un libro Pensar Clasificar, del genial Georges Perec, donde se aborda la sociofisiología del leer y se menciona el cuerpo, las posturas, la voz, los labios, las manos de un lector. A pesar de esto que estoy señalando, también debo decir que el cuerpo del escritor, el modo cómo respira un texto, estaban presentes en mis apreciaciones sobre tal o cual libro y consideraba -considero- que cuando el cuerpo del escritor se involucra en lo que escribe, se nota cuando lo leemos, y la lectura de sus textos, seguramente nos afectará el tono. Algo le sucede a nuestros cuerpos cuando leemos libros como En busca del tiempo perdido de Marcel Proust o los ensayos de Nietzsche, por nombrar escritos de géneros diversos.
3. De Pichon Rivière a Gerda Alexander
Los abordajes corporales comienzan a incorporarse a mi ECRO -concepto de Pichon y sigla de Esquena Conceptual Referencial Operativo- a partir de una experimentación con la bioenergética y más tarde con la eutonía.
Pichon fue siempre un amigo de lo corporal. Él me facilitó una lectura compleja y abarcadora desde la concepción de áreas de la expresión de la conducta -área 1: lo mental, área 2: lo corporal, área: 3 lo social-, y también desde la de niveles de comprensión -de lo biológico a lo espiritual-, que sólo requería aclarar, o aclararse, el lugar a partir del cual el profesional lee el comportamiento. El tema es siempre no tanto juntar, sino no separar lo que viene unido.
Pichon pensaba el cuerpo como un grupo y aplicaba este concepto para desarrollar un enfoque complejo del ser humano y de sus padecimientos. Así analizaba las distorsiones que se producían en la anatomía, las alteraciones en la fisiología, en la neurología como problemas de pertenencia, de pertinencia, de aprendizaje, de roles, de comunicación, de empatía. Las lecturas pichonianas ayudan a interpretar las dolencias dermatológicas –la piel al igual que los ojos son el espejo del alma-, las patologías del aparato digestivo -no poder digerir emociones, vomitar sentimientos-. Nos hablaba de familias digestivas, cardíacas, respiratorias, aludiendo a la elección de síntomas y a los estilos de relacionarse. Decía que los órganos son chivos emisarios dentro del cuerpo personal o familiar. Empleaba el concepto de miembro fantasma refiriéndose a ausencias significativas dentro de una familia. Incluso utilizaba los sueños para diagnosticar enfermedades. Recuerdo su relato sobre la paciente que soñó con cristales rotos, y él diagnosticó esclerosis en placas antes que lo detectaran los análisis clínicos.
Con estas ideas me acerqué a la bioenergética que me enraizó los pies en el área corporal y desde allí pude mirar hacia las otras áreas. Si bien la bioenergética se presenta como una psicoterapia -y se puede afirmar de un modo muy general que no disocia lo corporal de lo mental- mi inserción pichoniana hizo que yo no entrara en lecturas estandarizadas del tipo: a tal estructura corporal corresponde tal estructura de carácter.
Con la eutonía la cuestión fue diferente. La eutonía se plantea como una educación que desarrolla la conciencia corporal, a lo sumo como una terapia corporal. Sus seguidores no tienen porque ser psicólogos, como sí ocurre en la bioenergética, pero deberían comprender de modo global la conducta de las personas -sin dejar afuera pensamientos, emociones, sensaciones, posturas, movimientos- cuya unidad psicofísica es una premisa de la eutonía. Así lo pensaba Gerda Alexander. Basta leer sus escritos para darse cuenta de que éste fue su punto de vista desde el comienzo de sus investigaciones. Si bien ella trabajaba con pacientes –hay que terminar con el mito de que Gerda no usaba el término paciente y que sólo hablaba de alumnos; en todo caso ella se refería al paciente como a un alumno que aprende a curarse, del mismo modo que lo hacía Pichon- con patologías consideradas psicosomáticas (asma, tartamudez, tics), es necesario señalar que para Gerda cualquier enfermedad que afectaba a esa unidad psicofísica era posible tratarla con los recursos de la eutonía. Incluso, antes de la existencia de la eutonía como tal, y cuando todavía llamaba relajación a su trabajo, ya acentuaba la idea de que el accionar sobre el cuerpo despertaba recuerdos, que existía una memoria corporal que se activaba con la re-sensibilización de la piel y que el recuerdo que afloraba a través del trabajo corporal servía a la recuperación de la persona. (Denise Digelman, psiquiatra y eutonista, se pregunta cómo insertar esos recuerdos que se despiertan en la cadena de significantes.)
¿Pueden imaginarse lo que significó para una pedagoga de la rítmica de Dalcroze, cuyo interés inicial fue el de liberar a la danza, al cuerpo y al movimiento de los estereotipos tradicionales, descubrir que su abordaje corporal llevaba a las personas a mejorías psicofísicas? Si bien ella lo había probado consigo misma modificando su destino preanunciado (endocarditis y otros males que la aquejaron), la conciencia de que su trabajo tenía un valor terapéutico y que podía aplicarse a otras personas, llegó con posterioridad. De hecho ella refiere su primera vez con una alumna de un curso de maestras jardineras, con secuelas de una parálisis infantil, a quien logra rehabilitar e impide que la vocación de esta joven como docente se corte por la discapacidad física.
4. Un “entre” la eutonía de Gerda Alexander y los multirecursos de Hernán Kesselman
Como dice el doctor Hernán Kesselman, mi esposo y maestro: Lo que te hace bien es bueno. Él cuenta que la frase la acuñó cuando trabajaba en el Policlínico de Aráoz Alfano de Lanús, al lado del doctor Mauricio Goldenberg, en esa experiencia revolucionaria que significó sacar al paciente mental del Neuropsiquiático y llevarlo a la sala de un hospital general para insertarlo junto a pacientes de otras especialidades. Este hecho, que muchos creen existió desde siempre, tuvo una fecha en la Argentina, 1959 y resultó de la amalgama de un conjunto de jóvenes de las más variadas disciplinas, muchos psiquiatras, pero también psicólogos, asistentes sociales, terapistas ocupacionales, sociólogos, enfermeras. Todos aportaban desde lo propio ideas para trabajar con pacientes, grupos, familias. Los multirrecursos iban desde enseñarles a maquillarse, comprarles aritos (como ocurrió con la Raulito, personaje popular en Argentina, que recibió su primer par de aritos en la Sala), facilitar materiales para dibujar, pintar, esculpir, salidas a la comunidad, hacer música. La imaginación al poder como decíamos entonces.
En la actualidad. mis multirecursos se nutren fundamentalmente del test de la imagen corporal, con las variantes que Gerda ha investigado, y de los instrumentos que utiliza Hernán con sus pacientes en psicoterapia. Soy consciente que éstos, tal como él los aplica, tienen sentido dentro de ese ámbito terapéutico. Por esta razón, invito a los alumnos que entreno en eutonía aplicada al análisis del cuerpo o a la terapia somatopsíquica a que investiguen -yo misma lo hago con mis pacientes y alumnos regulares- cómo adaptar esos recursos al trabajo corporal de la eutonía. Creo que se trata de extensiones, derivaciones, rizomas, de la eutonía, porque a través de ellos no me alejo de los principios fundamentales que defendió su creadora: no sugiero a las personas qué deben sentir, pensar o decir y trato de que mis consignas no interfieran en el proceso de autonomía que la persona debería lograr a través de este método.
El test de la imagen corporal. Este test abarca: 1. modelados de arcilla del cuerpo, antes y después de un trabajo corporal por lo general de siete días de duración. En la mayoría de los casos, estos modelados se realizan con los ojos cerrados. Se les pide a los asistentes que anoten las sensaciones que registran al final de cada modelado; 2. El eutonista realiza un inventario –entramado de consignas que enuncia el eutonista- que los alumnos reciben con los ojos cerrados. Luego pide que se anoten y dibujen las sensaciones; 3. dibujos del cuerpo con sombreado en zonas sensibles; 4. dibujo del cuerpo situando los huesos del esqueleto; 5. dibujo de los contornos de pies y manos con ubicación de músculos y huesos y anotando las impresiones durante la realización del trabajo; 6. modelado de vértebras y otros huesos.
Las anotaciones personales antes de ser compartidas en el grupo, sirven para que el alumno tenga la oportunidad de volcar sus impresiones sin ser influido por las impresiones de los demás.
El uso de la fotografía. La construcción del álbum fotográfico del alumno, puede arrojar datos sobre sus características corporales en distintas edades, la ubicación dentro de la familia, las relaciones entre hermanos, gestos variados y posturas. Se recogen los comentarios sobre la búsqueda de fotos y otros varios relativos al material seleccionado.
Las edades del cuerpo. El test de la imagen corporal puede ampliarse con esta idea de Hernán que permite observar el vínculo que las personas tienen con distintas partes de sus cuerpos, las novelas de los órganos, de los pies, de las manos, de los dientes, de la lengua, de los ojos, y otras.
El análisis de los sueños. El análisis de los sueños le lleva siglos al psicoanálisis, pero ha sido Freud quien ha fabricado una teoría para comprender su significado inconsciente. Considero que éste es un material valiosísimo para un trabajador corporal. Hay que tener una mente amplia al respecto. Los alumnos por lo general no cuentan sus sueños en una actividad corporal, a menos que el coordinador lo facilite y distinga lo que significa un sueño para el psicoanálisis y un sueño, en mi caso, para la eutonía. Recuerdo mi experiencia con Gerda Alexander en Talloires, cuando me transformé en cronista onírica y registré los sueños de mis compañeros en la experiencia, incluso uno de Gerda en su propia voz. Ella valoraba los sueños y pedía que se anotaran al lado de la experiencia corporal que se había tenido, ignoro qué decía a sus alumnos sobre ellos. En mi trabajo los relaciono con el esquema y la imagen corporal y escucho atentamente las asociaciones de los alumnos. Los sueños referidos en la terapia corporal enriquecen los procesos terapéuticos que se dan en otras terapias.
El trabajo en escenas. La utilización del psicodrama y, en mi caso, de lo que Hernán denomina un devenir poético del psicodrama: la Multiplicación Dramática, me permite representar las novelas corporales, los fantasmas, los temores de las personas a las enfermedades, a la decadencia física y multiplicarlos, abrirlos a otras novelas posibles. El método tiene un desarrollo que es difícil reducir en este espacio y del que hemos hecho una descripción en otros artículos de esta misma revista, en particular el que se refiere al Corpodrama.