Subjetividad y procesos sociales

Anexo
El texto que antecede fue elaborado en octubre de 1996, en él hacemos hincapié – como signo de esta etapa histórica – en la vertiginosidad de los acontecimientos. Tratando de ser coherente con nuestra línea de análisis creo necesario publicar las reflexiones que inauguraron y enmarcaron las Jornadas acerca de Subjetividad y procesos sociales en el fin del siglo, y al hacerlo incluir algunas ideas surgidas a partir de hechos de dimensión histórico-social y subjetiva, que se han producido en el ultimo periodo tanto en nuestro país como en otras partes del mundo. Me refiero a los movimientos de decenas de miles de mineros y metalúrgicos en Alemania, de los trabajadores del carbón en Rusia y a los procesos electorales en Francia, Italia e Inglaterra.
Pero en particular, quiero hacer algunos comentarios que nacen de hechos que marcan aspectos de la vida social y política de nuestro país, quebrando la cotidianeidad, e instalando intensos debates en la población.
Al cerrar el texto de octubre decíamos que despunta una crítica en la práctica de este modelo de injusticia, corrupción y opresión para las grandes mayorías. El que esa crítica no consista sólo en palabras, sino en respuestas alternativas, nos obliga a focalizarlas, tratar de comprenderlas en su complejidad y desarrollo ubicándonos en un análisis que evite tanto el triunfalismo como una postura escéptica.
Los síntomas de fragmentación subjetiva, la atomización del entramado social, la fractura en las identificaciones que hemos señalado continúan vigentes como fenómeno hegemónico, así corno el aislamiento y la desarticulación del sujeto con su entorno vincular particularmente en los grandes centros urbano 3.
‘El terror de inexistencia en un horizonte de amenaza”, la sobreadaptación, el vacío y el pánico persisten como hechos de nuestra vida cotidiana dando lugar, como hemos dicho, a formas específicas de sufrimiento y nuevas patologías.
Sin embargo, desplegada la crisis y alcanzando quizás uno de sus puntos más álgidos, surgen nuevos comportamientos. Estos se expresan en nuevas formas de lucha social, como los Cortes de ruta, que nacidos en Cutral Co y Jujuy. se multiplican hoy en distintos puntos del país, así como las “Carpas de la Dignidad”, levantadas por los docentes. Estas formas innovadoras ponen de manifiesto aprendizajes sociales y personales, como relación activa y transformadora con las actuales condiciones de existencia. En ellas el silencio ha cedido lugar a la palabra, una palabra que exige ser oída. La retracción en el propio inundo y la parálisis va dejando paso -en muchos de los que lo padecían- a la acción organizada. La vivencia de un presente sin sentido ante un futuro inexistente, que embarga al sujeto en las crisis, cuando no se perfila salida, como cuando en este caso ya no hay nada para dar de comer a los hijos, ha sido experimentada como situación limite por muchos habitantes de nuestro país. Tal lo ocurrido en Cutral Co y Plaza Huincul, o en Monterrico, Palpalá, Tartagal y Ledesma. Y en tantos lugares que vislumbramos pero no podemos hoy contabilizar. Ha sido esa experiencia límite, esa conciencia de quiebre para la propia vida, y para lo más entrañable y fundamental como proyecto: los hijos, ha sido esa conciencia, repito, la que sustenta la decisión indeclinable, reparadora en tanto fortalecedora del psiquismo, de no continuar un día más en el sometimiento y la incertidumbre.
Mi trabajo como psicóloga social me ha permitido el diálogo con piqueteros jujeños, en esas tensas horas de la negociación en el Obispado, en mayo de 1997. Y luego, en las Jornadas de Psicología Social de Neuquén con habitantes de Cutral Co y Plaza Huincul. Así aprendí que cuando un fogonero afirma: “Dicen por ahí que salimos a cortar las rutas porque no tenemos ya nada que perder, están equivocados; es mucho lo que nos queda por perder, nuestra dignidad como seres humanos”. Aún en su sufrimiento muestra una fortaleza del yo, una autoestima que la degradación de sus condiciones de vida no ha logrado destruir.
El sentimiento de vergüenza y marginalidad, la culpa frente a la desocupación es ahora indignación, conciencia de oprobio, y por tanto un posicionamiento nuevo, de lucha ante una realidad inaceptable, que no responde a un “único mundo posible”. Se advierte un movimiento de tránsito, más rápido o más lento, según los casos, de la autopercepción de desocupado/victimizado, a una nueva autopercepción: la de ser sujeto grupal de poder. Se transita de la inexistencia (entendida como insignificancia, como riesgo de desaparición desde la mirada o el hacer de un otro con poder) a la comprensión de la propia significación, subjetiva y colectiva. Es lo compartido, lo articulado, los nuevos procesos identificatorios los que sostienen esa posibilidad de acción y simbolización, de análisis precisos y de pertinencia en el hacer.
Muchos de los hasta ayer devastados en su subjetividad por este modelo, por el lugar que les adjudica el sistema capitalista en este momento de crisis, hoy se identifican con la condición de victimizados, pero ya no en términos de excluidos, sino de robados, despojados. No aceptan ya ni el discurso ni el poder del victimario. Redefinen su autovaloración, no se identifican con el agresor a la vez que crecen en la tarea de identificarlo, en el sentido de desocultar sus métodos e identidad, si bien éste es un proceso complejo, que implicará tiempo y varias instancias de práctica. En cuanto a la identificación con los pares hay metamorfosis, como hemos dicho, del aislamiento o la identificación en los aspectos carentes, del reflejarse sólo en la carencia, se transita al reflejo de la potencia. Así se incrementan aun más esos aspectos potentes.
Una complejidad de hechos han convergido en este nuevo movimiento de la historia: en primer término, millones de seres profundizan desde la experiencia en las características del “innovador modelo” con el que hoy se impone planetariamente el sistema capitalista. El hambre, con su trágica contundencia deja atrás los debates teóricos acerca de “excluidos e incluidos”, la posibilidad de una “mutación social” o las “nuevas responsabilidades que deberán asumir sectores de la sociedad”. Es también el hambre el que cuestiona la discusión acerca del destino del trabajo humano y de nuevas formas sociales en el que los sujetos renuncien a su condición de productor.
A la vez estas instancias de lucha, fuertemente creativas, recuperan la memoria colectiva, para reavivar su potencialidad y gestar nuevas formas La etapa que se inauguró con la ‘tglobalización”, el nuevo orden mundial y el discurso del “fin de la historia”, no ha logrado ahistorizarse. A la vez las categorías de “desocupado”, “excluido”, “marginalidad” no son novedosas y ni siquiera son categorías en sí.
Esta recuperación y esta creación, estas formas de protagonismo social permiten abrigar una esperanza; de la ahistoricidad globalizada, de la declamada “culminación humana” en la democracia liberal (F. Fukuyama. El fin de la historia), quizás estemos transitando nuevamente al reconocimiento del ser humano en tanto protagonista de la historia.

30 de junio de 1997
Estamos trabajando para que en breve la revista Temas de Psicología Social de este año publique los principales paneles (de las JORNADAS LATINOAMERICANAS DE PSÍCOLOGÍA SOCIAL JORNADAS DE HOMENAJE AL DR. ENRIQUE PICHON RIVIERE.) Los 1800 participantes de estas Jornadas, que llegaron de todas las provincias argentinas de Uruguay, Chile, Brasil, Colombia y México nos demostraron que era y es una necesidad compartida……..

(en la Universidad Nacional de General Sarmiento, San Miguel, Octubre de 1997: Jornada de Intercambio y Reflexión: “El actual modelo económico. Consecuencias psicosociales”. Incidencias sobre la Subjetividad.)

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